El chulo que castiga
Chulapos y chulapas, FAUNA MADRILEÑA
En tu opinión… ¿qué es lo que más valora un turista cuando decide visitar Madrid? A juzgar por la acumulación de visitantes foráneos, y dependiendo de su lugar de origen, podríamos decir que sus cautivadores museos… sus hoteles de lujo… restaurantes exclusivos… selectas tiendas de ropa… Sin embargo, en mi opinión, esta fachada pomposa del Madrid moderno no define su verdadera identidad, que no reside en lo señorial y elitista, sino en lo popular y costumbrista.
Lo popular es lo que la hace una ciudad distinta… esa gracia y carácter altanero que distingue a Madrid y a los madrileños. Sus fiestas populares, sus verbenas, sus chulapos y chulapas, son una seña de identidad incuestionable de la capital, unos tipos sociales que no sólo forman parte de su pasado, también de su más rabiosa actualidad.
A principios del siglo XIX recorrían las calles de Madrid muy diversos personajes y, dependiendo del barrio en el que se habían criado y vivían, adoptaban una forma de vestir y un comportamiento diferente.
Las clases más castizas, orgullosas de su condición, buscaban diferenciarse de la élite social afrancesada a la que despreciaban, muy presente en la sociedad del momento. En esta época es cuando realmente se construye la identidad del madrileño actual.
Surgieron así una serie de personajes típicos, con particularidades muy marcadas en función de la zona de la Villa en la que se habían criado y desarrollaban sus trabajos, la forma de vestir y el comportamiento social con el que se desenvolvían estos madrileños “protocastizos”. Entre otros, los siguientes:
chisperos y chisperas
Eran, entre los siglos XVII y XVIII, los trabajadores de las fraguas y herrerías de Madrid.
Solían vivir en los actuales barrios de Barquillo, San Antón y Maravillas, en los que se concentraban la mayoría de las herrerías de la capital. Muchos de los mozos que vivían allí eran herreros, y se les conocía como chisperos por las chispas con las que entraban en contacto como consecuencia de su oficio en la fragua.
Los chisperos vestían con chaqueta ajustada o “chupa” y recogían su cabello con una redecilla.
Tenían fama de guapos, timadores, fanfarrones y aficionados a los toros. Eran además valientes y temerarios, por lo que fueron clave en la defensa de Madrid contra la ofensiva napoleónica durante la Guerra de la Independencia.
majos y majas
Surgieron a principios del siglo XVIII y tenían profesiones como carpinteros, comerciantes, zapateros, taberneros, etc. Formaban parte del pueblo llano de Madrid y solían concentrarse en el Barrio de Maravillas, actual Barrio de Malasaña.
El vestuario de los majos consistía en una camisa blanca, pantalón ajustado de pernera por debajo de la rodilla, calzas, un pañuelo para el cuello, capote de mangas, sombrero apuntado con fajín a juego y una chaquetilla bordada y abotonada.
Por su parte, las majas vestían un corpiño, falda con vuelo, delantal, mantilla y peineta. Su pelo siempre quedaba recogido en una coleta con una redecilla.
Con el tiempo las clases altas comenzaron a imitar esta forma de vestir de los majos, que algunos artistas y escritores pusieron de moda, al retratar a los majos en alguna de sus obras, entre otros Francisco de Goya y Ramón de la Cruz.
manolos y manolas
Residían en los barrios de Lavapiés y aledaños.
Este nombre se originó cuando, muchos de los judíos conversos que quedaron en la ciudad tras la expulsión decretada por los Reyes Católicos, y que vivían concentrados fundamentalmente en el Barrio de Lavapiés, en su afán por demostrar que eran cristianos nuevos, ponían frecuentemente el nombre tradicionalmente español de Manuel a sus primogénitos. Ante la abundancia de este nombre en el barrio, comenzó a ser conocido por los madrileños como el barrio de los “manolos”.
Los isidros:
Desde finales del siglo XIX se utilizaba este nombre para identificar a los labriegos del campo aque llegaban a Madrid, especialmente por la celebración de las fiestas de La Paloma.
Venían con sus paveros de ala, trajes de pana y refajo, generalmente cargados con productos del campo y de matanza, bien para los familiares que vivían en Madrid, bien para cambiarlos por hospedaje en los mesones de las Cavas.
Aún hoy se utiliza este nombre en la capital como sinónimo de “paleto” o de “guiri”.
Chulapos y chulapas
Esta tipología surgió durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando Madrid era capital del Estado liberal.
Los chulapos y chulapas habitaban en el barrio de Lavapiés y otros cercanos, como el de La Latina.
Las chulapas eran las típicas planchadoras de las Cavas, modistas, fruteras, floristas, cigarreras y lavanderas, de carácter enérgico y alegre. Por su parte, los chulapos tenían un toque de golfería, que en ocasiones rondaba el mundo de la delincuencia.
Con el tiempo, los términos “chulapo” y "chulapa" se convirtieron en formas genéricas de aludir al madrileño castizo, gracias a las zarzuelas de los grandes compositores como Chueca, Chapí o Moreno Torroba, pero especialmente a la célebre Verbena de la Paloma, con libreto de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón.
Su vestimenta se implantó hacia 1860. Por parte del “chulapo” su uniforme consiste en gorra o “parpusa”, pañuelo o “safo” al cuello, chaqueta o “mañosa/chupa” con clavel en la solapa, chaleco o “gabriel”, camisa o “babosa”, pantalones o “alares” y zapatos negros o “calcos”.
Por su parte, las “chulapas” iban ataviadas con un vestido bien ajustado, de flores o lunares, un delantal vistoso para proteger la falda y un mantón de Manila.
Su cabello, recogido con un moño y protegido por un pañuelo blanco anudado a la barbilla, queda decorado con dos claveles de diversos colores: la mujer casada los lleva rojos; la soltera, blancos; la comprometida, uno rojo y otro blanco. Sólo las viudas llevan tres: dos rojos y uno blanco.
Pero, más allá de su característica forma de vestir y bailar el chotis, el casticismo de l@s chulap@s también conlleva el desarrollo de una pose chulesca, algo estirada, que se complementa con un vocabulario particular del que surgieron expresiones populares madrileñas que han sobrevivido a lo largo de la Historia.
Una de las más conocidas es la frase “ser más chulo que un ocho”, que hace alusión al tranvía que, a principios del siglo XX, recorría con esa numeración la ruta entre la Puerta del Sol y San Antonio de la Florida, y que en época de verbenas iba cargado hasta los topes de los chulapos que acudían a estas fiestas.
Aunque hoy el uso de estos históricos atuendos se reduce tan sólo a la “trilogía” de fiestas populares madrileñas ( San Isidro Labrador, San Cayetano y la Virgen de la Paloma), los madrileños, y algunos “isidros” como yo, no dejamos de desempolvar cada año nuestros atuendos de chulapos y chulapas para reivindicar una de las más hermosas tradiciones del casticismo madrileño… ¡para sentirnos más chulos que un 8!.