Tiempos modernos

Colina “Madrid Moderno”. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Colina “Madrid Moderno”. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

colonia del “madrid moderno”, un madrid de otro tiempo

Si nos hubieran preguntado hace 30 años cómo imaginábamos las ciudades del futuro, probablemente habríamos apostado por coches voladores, rascacielos domotizados y robots humanoides a nuestro servicio… pero en pocos casos habríamos contemplado el respeto al medio ambiente como condición. Hoy, en 2020, parece claro que las ciudades del mañana deberán combinar las necesidades de sus ciudadanos con el cuidado del entorno: construcciones ecológicas, energías y tecnologías limpias, espacios verdes, movilidad sostenible y ecológica, reciclaje, reducción de las desigualdades sociales… un concepto de ciudad moderna que ya se contempló en el Madrid de finales del siglo XIX, con un proyecto urbanístico denominado “Madrid Moderno”.

Durante los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, la ciudad se convirtió en símbolo de los tiempos modernos. Era la época de las vanguardias artísticas, de las revoluciones políticas e industriales y del origen de las telecomunicaciones.

Además, el ferrocarril, los nuevos barcos transatlánticos, el automóvil y la aviación multiplicaron los flujos de personas, con especial incidencia en las ciudades, provocando un incremento de población que generó hacinamiento e insalubridad en las zonas de extrarradio, como ocurrió en la capital.

El barrio de Guindalera era, en aquel Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX, un barrio periférico alejado del centro de la ciudad… el lugar perfecto donde plantear un proyecto utópico que convirtiera el extrarradio en un lugar habitable, económico y tranquilo, ideal para las clases medias.

La idea era promover la integración social mediante una colonia de viviendas baratas pero higiénicas, siguiendo la concepción urbanística propuesta por Arturo Soria, en las que no faltase su jardín y su zona de esparcimiento. El proyecto se denominó “Madrid Moderno” y aspiraba a convertirse en “el barrio más europeo de todos los barrios madrileños”.

Esta novedosa colonia de viviendas fue construida entre 1890 y 1906 en tres fases y por varios empresarios y arquitectos. Llegó a contar con casi un centenar de casitas colocadas en hileras, en la zona que hoy ocupan las calles Cardenal Belluga, Roma, Avenida de los Toreros, Cartagena y Castelar, junto a la Plaza de las Ventas.

Estas casas adosadas contaban con miradores de madera y grandes ventanales que sobresalían de las fachadas. Las primeras siguieron un estilo neomudéjar, con fachadas de ladrillo y azulejos y las últimas, de inspiración modernista, quedaban rematadas con motivos vegetales y chapiteles en los miradores.

Se trataba de viviendas amplias, de dos pisos, sótano, pequeño jardín, patio interior… y lo más importante: un precio económico. En el interior destacaban los suelos entarimados, los fogones vestidos de azulejos y las paredes de papel pintado. Las tuberías y calefacción instaladas fueron, en su momento, un hito de progreso.

Disponían además de agua corriente, alcantarillado, gas, luz eléctrica (salvo para el alumbrado público) e incluso línea propia de tranvía, que unía esta colonia con el centro mediante la línea Goya-Madrid Moderno-Ventas.

Al final de cada hilera de viviendas se levantaba un torreón decorado con esferas cerámicas de colores… una versión reducida de la Casa de las Bolas que luce en la Calle de Alcalá, obra del mismo arquitecto, Julián Marín.

Aunque en general este proyecto contó con el beneplácito de la mayoría de la sociedad madrileña, también tuvo sus detractores, como el escritor Juan Martínez Ruiz “Azorín” o el cronista Pedro de Répide.

Actualmente el Madrid Moderno ha dejado de existir como concepto urbanístico. El crecimiento de la población en la capital, la especulación inmobiliaria y la ausencia de protección sobre la singularidad de estos edificios, provocaron el derribo de la mayoría de estas hermosas viviendas unifamiliares para construir bloques de apartamentos hacia los años setenta del siglo XX. Hoy tan sólo se conservan doce casitas, como estas de la Calle Castelar.

Acostumbrados a los edificios homogéneos y funcionales que abundan hoy en cualquier ciudad, en los que prima el aprovechamiento del espacio, encontrarnos con las casas que componían el Madrid Moderno supone un viaje en el tiempo a otra época, en la que los coches de caballos sustituían a los de gasolina y los arroyos a las autopistas… una época en la que el futuro y la modernidad no chocaban con las condiciones dignas de vida, la protección del medio ambiente y la preservación de recursos para generaciones venideras.

José Martínez Ruiz, "Azorín" (Monóvar, 1873-Madrid, 1967)

José Martínez Ruiz, "Azorín" (Monóvar, 1873-Madrid, 1967)

En estas casas es todo chillón, pequeño, presuntuoso, procaz, frágil, de un mal gusto agresivo, de una vanidad cacareante, propia de un pueblo de tenderos y burócratas
— José Martínez Ruiz "Azorín"


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