No puedo con la vida...
Romanticismo, el “mal del siglo”
Si alguna vez alguien te invita a hacer un plan Romántico, asegúrate bien de a qué se refiere exactamente... ¿romántico en plan apasionado y amoroso o Romántico en plan periodo histórico? Antes de decir “SÍ” sal de dudas... o la cosa puede acabar a tiros en lugar de disfrutando de una puesta de sol.
El movimiento Romántico nació en Alemania a finales del siglo XVIII y se expandió por la Europa ilustrada del siglo XIX. Supuso una etapa convulsa de cambios y revoluciones industriales, sociales y políticas, cuyos ideales no acabaron de concretarse en hechos, generando un sentimiento de melancolía y hastío denominado “mal del siglo”, que afectaría profundamente a los jóvenes de la época.
El Romanticismo en España se desarrolló, fundamentalmente, durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Sus orígenes se encuentran en el regreso de los jóvenes liberales españoles, exiliados en Francia durante la regencia de Fernando VII. Allí habían entrado en contacto con este movimiento que arraigó con fuerza en España y sembró en Madrid su espíritu melancólico, poniendo de moda los valores del romanticismo.
El hombre romántico sentía ante todo que poseía todo un mundo interior de sentimientos que necesitaba expresar. Individualista y rebelde, consecuente con sus ideales hasta las últimas consecuencias, no le importaba arriesgar su vida innecesariamente, batiéndose en duelos o luchando en guerras ajenas que considerara justas.
Su sed de aventuras y heroísmo le llevaba a vincularse a peligrosas doctrinas políticas, a enamorarse siempre de quien no debía, a renunciar a fortunas y privilegios y a viajar a lugares lejanos en busca de lo desconocido. Sus ansias por conocer el universo que le rodeaba le obsesiona, por eso surgen en esta época el género fantástico, el ocultismo, las sesiones de espiritismo, la hipnosis y el magnetismo.
Cundió también entre los románticos una fascinación por la muerte a la que parecían desafiar y desear a la vez, como respuesta a todas sus preguntas. Consideraban el suicidio un privilegio: la capacidad de decidir cuándo morir se convirtió en una cuestión crucial para los románticos. Es el llamado “suicidio teatral”… una forma de llamar la atención sobre la sociedad que consideraba al suicida un héroe, especialmente si lo hacía por el más sublime de todos los valores, el amor imposible.
El Romanticismo supuso también un cambio en el ideal de belleza de la sociedad burguesa, especialmente en su indumentaria. Es en este momento cuando surgirán el código de vestimenta, la etiqueta y el protocolo, motivados por la proliferación del teatro, los bailes y los espectáculos. La moda internacional, que se conocía gracias a las novedosas revistas de moda, supuso una revolución textil que también llevó consigo la ampliación de tejidos, colores y texturas, naciendo así la "alta costura".
Surge también el concepto de "dandy" o arquetipo de persona muy refinada y sobria en el vestir y en sus peinados, que se extendería igualmente por toda Europa. La nueva burguesía del siglo XIX optó por un ropaje más sencillo y sobrio, de tonos oscuros, pero a su vez buscan diferenciarse socialmente mediante el uso de bastones, sombreros de copa, levitas, fracs y chalecos, que causaron furor en el Madrid del XIX.
Del desbordante optimismo de los primeros románticos se pasó al desengaño cuando asumieron las dificultades para alcanzar sus ideales, especialmente desde el punto de vista político. Personajes como el escritor Mariano José de Larra acabaron suicidándose al no soportar el desencanto que les producía vivir en una España de "ociosos y habladores", unido al desamor. Otros autores como el duque de Rivas, Escosura, Espronceda, Zorrilla o Gustavo Adolfo Bécquer, no llegaron al suicidio, pero emplearon igualmente su pluma para criticar el declive de una sociedad española vacía de valores.
Desde 1924 Madrid cuenta con este imprescindible Museo del Romanticismo. Fundado por el marqués de la Vega Inclán con el apoyo de intelectuales de su tiempo como José Ortega y Gasset, tiene la intención de mostrar de manera realista la forma de vida de la burguesía de la época. Un espacio único en el centro de la capital que nos permite revivir uno de los episodios más fascinantes de nuestra Historia, marcado por la belleza, los valores y los ideales, pero también por la decepción y el desencanto de los jóvenes… una sociedad que, quizás, guarde muchas similitudes con la de nuestra época.