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Antiguo Café de Fornos. madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Antiguo Café de Fornos. madrid, 2020 ©ReviveMadrid

café de fornos, punto de encuentro en el madrid del xix

¿Os imagináis a Benito Pérez Galdós entrando en un Starbucks, pidiendo un café latte-macchiato con caramelo y un muffin, sacando su Mac y sus cascos inalámbricos y preguntando la clave wifi del local al camarero para trabajar en su próxima novela? Esa chocante escena podría haberse producido si don Benito hubiera vivido en el Madrid actual ya que, en el lugar en el que hoy encontramos esta moderna cafetería, se ubicó uno de los cafés más famosos del siglo XIX y de los favoritos del escritor: el Café de Fornos.

Los cafés fueron una de las distracciones favoritas de la sociedad madrileña de los siglos XIX y XX. Sus tertulias se convirtieron en centros culturales de primer orden, donde se reunían artistas e intelectuales para entre los cafés, el alcohol y el humo de los cigarros, debatir durante horas de literatura, cultura, política y otros asuntos.

Quizá el más emblemático de todos ellos fue el Café de Fornos, que abrió sus puertas el 21 de julio de 1870 en este local en la esquina de la Calle Virgen de los Peligros con Alcalá, sobre el solar que anteriormente había ocupado el convento de Nuestra Señora de la Piedad.

El Fornos puso punto final a una filosofía de café de tertulia que había comenzado a finales del siglo XVIII, dando paso a una serie de novedades que atrajeron clientela a costa de perder la esencia de clásicos como fueron La Fontana de Oro, el Café Suizo o el Café de La Iberia.

La idea de ubicar en ese solar un novedoso café fue de José María de Salamanca y Mayol, Marqués de Salamanca, pero sería su ayudante de cámara, José Manuel Fornos, el encargado de ponerse al frente del negocio.

La inauguración del local fue todo un acontecimiento social. Una puesta en escena nunca vista hasta entonces que contó con un reportaje escrito por Gustavo Adolfo Bécquer en el periódico La Ilustración. Sus dueños habían invertido una cantidad considerable para la época dispuestos a convertirlo en el número uno de los cafés madrileños e incluso llegó a ser publicitado a través de las guías de viajes de la época.

Su diseño siguió las técnicas de “marketing” más modernas del momento: decorado con vistosas pinturas murales, tapices y alfombras, estatuas de bronce que sostenían lámparas de gas, relojes de dos esferas que pendían del techo, exquisito mobiliario, vajilla de plata y cómodos divanes de terciopelo que invitaban a los clientes a charlar durante horas.

El Café de Fornos tenía una doble vida: durante el día era un café-restaurante de lujo y por la noche, al más puro estilo de los cafés cantantes, era lugar de citas, juerga y flamenco donde, según crónicas de la época, había personas que llegaban a pasar hasta ocho días seguidos de fiesta en sus reservados.

El Fornos era un mundo nuevo que, rápidamente, se convirtió en punto de reunión de lo más granado de la sociedad madrileña: aristócratas, literatos, artistas, toreros, políticos, militares, cantaores e incluso reyes, como Alfonso XII o Amadeo de Saboya, se mezclaban con hombres y mujeres de toda condición, procedentes del vecino Teatro Apolo. Incluso contó con un parroquiano muy especial… el famoso perro Paco, cuya biografía merece un texto propio.

No sólo Galdós fue asiduo de este Café, literatos como Azorín, Pío Baroja, Unamuno, Valle-Inclán, Menéndez Pelayo o los hermanos Machado solían frecuentarlo para disfrutar, entre otras cosas, de su especialidad: el “bistec a lo Fornos”. Este manjar consistía en un filete de solomillo de ternera sobre una rebanada de pan frito, rematado con una loncha de jamón… origen del delicioso “pepito de ternera”, así llamado en honor a José Fornos, hijo del dueño del local.

A pesar de su éxito, el concurrido café apenas permaneció abierto medio siglo. En uno de sus reservados, Manuel Fornos, otro de los hijos del fundador, se descerrajó un tiro en la cabeza el 13 de julio de 1904. Tras este suceso se empezó a no dejar entrar a personas “de dudosa reputación” y el Gobernador de Madrid dispuso que todos los cafés de la capital cerrasen sus puertas a las doce de la noche, lo que marcó el inicio de la decadencia del Fornos y su cierre definitivo el 26 de agosto de 1908.

Hoy, los antiguos veladores del Café de Fornos se han convertido en mesas minimalistas, sus vajillas de plata en cucharillas de plástico y vasos de cartón y sus castizos tertulianos en turistas de todas las nacionalidades… un lugar único e irrepetible en la Historia de Madrid cuya esencia se ha perdido en un espacio clonado de franquicia… ¡ver para creer!

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920)

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920)

Ni Suizo, ni Levante
Ni Inglés, ni Colonial
No hay Café como el de Fornos
Pa cenar de madrugá
— Dicho popular


¿cómo puedo encontrar el lugar donde se ubicó el café de fornos en madrid?