Memoria de porcelana
“La China”, fábricando fragilidad
¿Alguna vez ha habido algo que desearas poseer con todas tus fuerzas y ante la imposibilidad de conseguirlo has preferido verlo destruido antes que en manos de otro? Bajo esta premisa de “para mí o para nadie” se han justificado a lo largo de la Historia destrucciones de patrimonio de un valor incalculable. Un ejemplo lo encontramos en la destrucción en el siglo XIX de la Real Fábrica de Porcelanas de El Retiro, en Madrid.
Durante su reinado en Nápoles, el rey Carlos III había impulsado la industria de la porcelana en Capodimonte. Al ocupar el trono español, el monarca trasladó esa misma idea a Madrid. Desde Nápoles llegaron artesanos especializados y tres cargamentos con el instrumental y la pasta especial necesarios para producir porcelana: en total se trasladaron 225 personas y 422 arrobas de pasta de porcelana, la misma que empleaban los más afamados talleres italianos de la época.
La factoría se construyó en los jardines del Palacio del Buen Retiro, en el hoy llamado Huerto del Francés, aprovechando la antigua ermita de San Antonio de los Portugueses, que había sufrido un gran incendio y cuyo interior fue restaurado por completo para alojar la Real Fábrica. De dimensiones importantes, contaba con tres pisos divididos en seis pabellones.
La industria comenzó a funcionar en mayo de 1760, bajo un hermetismo sin precedentes. Se mantuvo el foso que rodeaba la ermita y se diseñó una única puerta exterior para controlar mejor a los que accedían a las instalaciones. Todo el complejo industrial fue declarado secreto y se mantenía día y noche fuertemente custodiado por las tropas reales. La fórmula de la porcelana madrileña se convirtió en secreto de Estado.
La discreción de las investigaciones realizadas en la Real Fábrica era tal que hasta el lugar donde se tiraban los desechos era secreto. Los arqueólogos de la Comunidad de Madrid han descubierto que el vertedero donde se arrojaban los restos se encontraba en torno al actual Observatorio Nacional, en el Olivar de Atocha.
La ciudad de Madrid bautizó a esta Real Fábrica como “la China” por la procedencia de esta porcelana que, hacia 1803, ya dominaba las técnicas italianas.
La Corona destinó ingentes cantidades de dinero para mejorar su tecnología y, en 1804, la fábrica dio un espectacular giro tecnológico y temático, logrando en poco tiempo una calidad internacionalmente reconocida. Sus productos eran considerados los mejores del mundo, por encima de las porcelanas francesas de Sèvres.
En 1808, con la invasión francesa de Madrid, los ejércitos napoleónicos convirtieron esta Real Fábrica de Porcelanas en cuartel. El Retiro ocupaba una posición militar estratégica dentro de la Villa por ubicarse en la parte alta de la ciudad, una posición privilegiada para la táctica defensiva ya que Madrid no contaba con castillo ni fortaleza. El Retiro se convirtió en un bunker en forma de estrella cuyo corazón fue esta fábrica.
En agosto de 1812, en la conocida como Batalla del Retiro, las tropas inglesas, aliadas de la Corona Española durante la Guerra de la Independencia, ocuparon la fortaleza. Hicieron 2.506 prisioneros y liberaron a 160 soldados españoles y seis ingleses que estaban encarcelados en el fuerte. Ese mismo día, el Duque de Wellington dio la orden de que, una vez las tropas abandonasen el fuerte, destruyesen todas las fortificaciones del Retiro, entre ellas esta Real Fábrica de Porcelanas que había situado a la porcelana madrileña entre las preferidas de nobleza y casas reales de media Europa.
La versión oficial es que, a pesar de que los franceses ya habían evacuado la zona, “La China” podría servir de fortaleza a los enemigos. La oficiosa es que, destruyendo la Real Fábrica del Buen Retiro, los ingleses eliminaban un competidor cada vez más fuerte en el mercado europeo de las manufacturas de lujo, llegando a quemar hasta los archivos para evitar que los españoles, tras la guerra, pudieran recuperar esta industria. Para los españoles, y más concretamente para los madrileños, supuso una deslealtad por parte de quienes habían sido sus aliados contra las tropas de Napoleón.
Tras la guerra, Fernando VII creó la Real Fábrica de la Moncloa, en 1818, que cerró a mediados del siglo XIX. Y en 1935, Francisco Alcántara fundó en su lugar la Escuela de Cerámica.
“La China”, que quedó sepultada durante casi dos siglos hasta que, en 1996, se promovieron una serie de excavaciones arqueológicas en la zona. Se encontraron restos de porcelana y vestigios de la batalla. También fueron hallados restos del sistema hidráulico que proporcionaba agua a la fábrica, dos albercas y sus norias, una de las cuales fue reconstruida junto a la estatua del Ángel Caído del Retiro.
También se sabe que por debajo de estos terrenos que un día ocupó la fábrica, circula una galería subterránea de un kilómetro de longitud que, al parecer, se usaba para conectar la Real Fábrica con la glorieta de Atocha. Se descubrió de forma accidental y se cree que pudo ser también utilizada por las tropas francesas.
Gran parte de la porcelana fabricada por “La China'” luce hoy en el Palacio Real de Madrid y en los Reales Sitios, destacando el Gabinete de Porcelana del Palacio de Aranjuez. Además, existen 1.454 piezas de porcelana del Buen Retiro repartidas por el mundo, sobre todo en Gran Bretaña, EEUU y Francia.
Cuando pasees por esta zona del maravilloso Parque del Retiro, recuerda que durante más de medio siglo allí se elaboraron las piezas de mayor delicadeza, fragilidad y refinamiento que hubo conocido la corona española… muestras de una sociedad ilustrada que, una vez más, la brutalidad, destrucción e ignorancia de una guerra borraron de un plumazo.