Sin salirse de la línea

Estatua de Arturo Soria. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Estatua de Arturo Soria. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Arturo Soria: el sueño de un visionario

¿Te has planteado alguna vez cómo deberían ser las ciudades post-covid? La pandemia que estamos viviendo probablemente transformará el diseño de nuestras urbes a raíz de experiencias como el miedo a las multitudes, la distancia social, el teletrabajo, el transporte seguro, la vuelta al campo, etc. Históricamente, las enfermedades y los avances en el diseño de las ciudades han ido de la mano, especialmente en el Madrid de finales del siglo XIX, cuando surgieron las primeras leyes urbanísticas en España y nuevas propuestas como la Ciudad Lineal de Arturo Soria… el proyecto revolucionario de un visionario.

El Madrid del último cuarto del siglo XIX era una ciudad insalubre, caótica y peligrosa. Era la capital europea con un mayor índice de mortalidad, especialmente en los barrios más humildes de la capital.

A pesar de esta limitación, en sólo un siglo Madrid creció exponencialmente en número de habitantes: en 1804 contaba con 176.374, en1860 alcanzaba los 298.426 y, en 1900, la capital ya rebasaba ampliamente el medio millón de habitantes.

El flujo migratorio del campo a la ciudad compensaba con creces el índice demográfico negativo de la capital. En un país de base agraria Madrid ofrecía numerosas oportunidades de trabajo, a lo que se sumaban las facilidades de transporte que proporcionaba el novedoso ferrocarril y la mayor difusión de las noticias que animaban a trasladarse a la capital.

El rápido crecimiento demográfico se vio reflejado en los sucesivos planes de remodelación y ampliación urbanísticos, como los de Mesonero Romanos, Ángel Fernández de los Ríos o Carlos María de Castro, que buscaban mejorar la habitabilidad del casco urbano madrileño. Madrid precisaba un cambio urgente... necesitaba respirar.

Además, las diferentes desamortizaciones emprendidas a lo largo del siglo XIX modificaron notablemente la fisonomía de la villa y proporcionaron oportunidades de inversión a la nueva burguesía. Madrid viviría una fiebre constructiva que acabaría aumentando en buena medida las desigualdades sociales… tan sólo algunos visionarios como el urbanista Arturo Soria plantearon un desarrollo territorial más justo y saludable, tratando de sortear la improvisación y la especulación a través de proyectos como el de la Ciudad Lineal.

Arturo Soria y Mata nació en la madrileña calle del Caballero de Gracia, el 15 de diciembre de 1844, en el seno de una modesta familia de origen aragonés.

Desde muy pequeño desarrolló una gran afición por las matemáticas. Al acabar el bachillerato intentó sin éxito ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, para lo que se preparó en la academia del matemático Manuel Becerra, con quien le uniría una muy estrecha amistad y una actividad revolucionaria conjunta en oposición al gobierno monárquico.

En 1863 opositó y ganó una plaza en el Cuerpo de Telégrafos, que pronto abandonaría para preparar su ingreso en la Escuela de Catastro. Trabajó mientras tanto en las oficinas de Estadística de la Estación de Mediodía donde, por primera vez, entraría en contacto con el ferrocarril… un medio de transporte que resultaría determinante en sus proyectos posteriores.

Con veintiocho años y tras un minucioso estudio de viabilidad, presentó al Ayuntamiento de Madrid un novedoso proyecto de tranvía con tracción animal, el llamado “tranvía de sangre”, que pretendía transportar viajeros y mercancías, enlazando las estaciones de Mediodía y del Norte con los mercados de la Cebada y de los Mostenses. El proyecto no cuajó.

Aparcado este plan, decidió desarrollar otro de los proyectos que llevaba tiempo madurando: el teléfono. Arturo Soria fue la primera persona en solicitar al estado un permiso para desarrollar una red urbana y subterránea de telefonía en 1877… la que hubiera sido la primera red telefónica del mundo. Sin embargo, la lentitud burocrática y el recelo institucional que provocaba que un solo individuo controlase un instrumento tan potencialmente influyente como el teléfono llevó nuevamente al traste sus ilusiones. Un segundo varapalo… pero al joven visionario aún le quedaban ideas y energías emprendedoras.

En la mente de Arturo Soria siempre estuvo presente mejorar la calidad de vida de los madrileños y, con poco más de 30 años, decidió enfocar su experiencia e imaginación en el diseño urbano, con el fin de hacer más habitable una ciudad antigua, enferma y congestionada como era la capital.

El urbanista madrileño visualizó con siglo y medio de anticipación el gran problema de habitabilidad de las grandes ciudades contemporáneas y planteó el desarrollo urbano en torno a un eje principal, que pudiera comunicar de forma sencilla y rápida todo el territorio. Una ciudad bien comunicada se convertiría en una ciudad sana… esa era su premisa y daría lugar a su gran proyecto vital: la Ciudad Lineal.

El módulo básico de esta novedosa urbe sería una amplia avenida en línea recta, de extensión variable y con unos 50 metros de ancho que, al menos sobre el papel, permitiría una extensión sin fin, en constante crecimiento.

Esa travesía principal actuaría como elemento vertebral de la ciudad a partir de unas conexiones de transporte colectivo gratuito (ferrocarriles y tranvías) y concentraría los servicios públicos para los ciudadanos (bomberos, limpieza, seguridad, centros sanitarios, etc.)

Una serie de calles paralelas y transversales a la principal generarían manzanas de unos doscientos metros y, en ambos extremos de estas manzanas, es plantarían bosques y campos para cultivar… haciendo bueno el lema de proyecto de Soria: “Urbanizar el campo, ruralizar la ciudad”.

En el subsuelo se instalarían el alcantarillado y las conducciones de gas y agua, además del vapor destinado a la calefacción en los domicilios y un tubo neumático que permitiría recibir cartas y paquetes sustituyendo al tradicional cartero.

Además de un cable eléctrico para el transporte y la producción de luz doméstica se incluirían un hilo eléctrico conectado con la autoridad más próxima y un hilo telefónico de uso público general… precedente de las hoy ya olvidadas cabinas telefónicas.

Según las palabras del propio Arturo Soria su novedosa ciudad aspiraba a “suprimir las distancias en la comunicación del pensamiento y de la palabra".

Finalmente, y para evitar la especulación del valor del suelo, el precio de las viviendas se fijaría en función de su proximidad a la avenida principal.

Soria formuló su proyecto de Ciudad Lineal en 1886, pero no encontró apoyos institucionales que le ayudaran a ejecutarlo. El Ministerio de Fomento le negó la patente y el Ayuntamiento de Madrid no se pronunció… por lo que, ante el desinterés de los organismos oficiales, en 1894 se vio obligado a fundar, con su propio capital y emitiendo acciones públicas, la Compañía Madrileña de Urbanización (CMU).

Ese mismo año comenzaría la compra de terrenos y la instalación del tendido de ferrocarril. Dos años más tarde la sociedad poseía casi dos millones de metros cuadrados. Se realizó la nivelación de la calle principal y se emprendió una repoblación de árboles que llegaría a los 100.000 ejemplares. En 1911 la primera fase del proyecto ya contaba con 680 viviendas, cuatro mil vecinos, parque de diversiones, teatro y frontón.

Sin embargo, la crisis económica en la que España estaba inmersa desde el Desastre de 1898 forzó a la suspensión de pagos de la compañía en agosto de 1914, abortando la segunda fase de urbanización que ya estaba proyectada e iniciando la progresiva decadencia de la CMU.

Con la muerte de Arturo Soria, el 6 de diciembre de 1920, el proceso de desaparición de la empresa se precipitó. Apenas cinco kilómetros de los más de cuarenta que había planteado inicialmente el urbanista para conectar Madrid de norte a sur fueron completados.

En su momento, Soria profetizó que las “ciudades lineales” acabarían siendo adoptadas por todos los países civilizados y, aunque eso realmente nunca ocurrió, su legado urbanístico sí inspiró a grandes nombres de la arquitectura del siglo XX como a Le Corbusier, a Nikolai Milutin, en su proyecto para Stalingrado en 1920, o a Kenzo Tange, en su plan para Tokio en 1960.

Pese a que gran parte de su proyecto renovador de Madrid quedó en papel mojado, hoy podemos recordar la influencia de Arturo Soria en la capital al recorrer la avenida que lleva su nombre, una de las más largas de la ciudad en el distrito Ciudad Lineal, o al contemplar esta estatua dedicada al insigne urbanista madrileño, ubicada en la misma calle.

Casi ciento cincuenta años después de que Arturo Soria formulara su concepto de Ciudad Lineal, el Madrid actual sigue buscando soluciones para sus problemas de siempre: la desigualdad, la especulación, la gentrificación, la contaminación, la optimización del transporte público, la conexión entre la ciudad y el campo, etc. Quizá ya sea hora de aprender de la Historia, recuperar del cajón del olvido su proyecto y convertir su idealista quimera en una necesaria realidad.

Arturo Soria y Mata (Madrid, 1844-1920)

Arturo Soria y Mata (Madrid, 1844-1920)

Ruralizar la vida urbana, urbanizar el campo. Este es el problema cuya solución por hoy es la Ciudad Lineal
— Arturo Soria y Mata


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