A vista de pájaro
Pedro Teixeira, Madrid al detalle
¿Imaginas la angustia de perderte en las angostas calles del Madrid del Siglo de Oro? De haber vivido en el siglo XVII me habría pasado a menudo y, teniendo en cuenta que Google Maps se inventó 350 años después, habría necesitado consultar el mejor mapa urbano de la época para volver a orientarme: el plano de Pedro Teixeira.
Pedro Teixeira Albernaz (Lisboa, 1595-Madrid, 1662) gozó de una vida realmente azarosa. Nació en Lisboa durante el reinado de Felipe II, en el seno de una familia de cartógrafos de la que aprendió pronto la profesión. También aprendió el oficio militar, embarcándose como corsario para saquear navíos enemigos.
En 1619 se trasladó a Madrid, estableciendo su primer domicilio en el Postigo de San Martín. La combinación de sus dos saberes, el cartográfico y el militar, hicieron de él el perfecto espía al servicio de la Corona española. Se le encomendó medir y evaluar puertos, fortificaciones, castillos y torres, infiltrándose en las filas enemigas y diseñando líneas defensivas para su rey, Felipe III.
Al llegar al trono Felipe IV, el nuevo monarca puso en marcha la elaboración de un atlas de las costas de la Península Ibérica, con sus puertos y ciudades más importantes. Teixeira participó en el proyecto desde 1622, como recién nombrado Cosmógrafo Real.
La muerte del cartógrafo que dirigía la empresa, Juan Bautista Lavanha, y el abandono del resto del equipo, acabaron dejando sólo a Teixeira en la elaboración del que hoy se conoce como “Atlas del Rey Planeta”. El resultado de su trabajo de doce años fue el proyecto cartográfico más importante realizado en España en el siglo XVII, que hoy podemos disfrutar en la Biblioteca Nacional de Viena.
En 1640 Portugal se independizaba de la Corona española, ocasionando un conflicto de lealtad para muchos portugueses residentes en Madrid. Pedro Teixeira decidió mantenerse fiel a Felipe IV y siguió prestándole sus servicios como cartógrafo y espía.
Durante los siguientes años realizó dieciséis mapas de España, Flandes e Italia para decorar la famosa Torre Dorada del Real Alcázar, que se perdieron tras su incendio en 1734.
Hacia 1648, el rey Felipe IV recibió un regalo que le cautivó: una imagen grabada de la ciudad de Bruselas, de enormes dimensiones. El monarca consideró conveniente realizar algo similar en España con una representación de la Villa de Madrid, capital del imperio español y sede de la Monarquía Hispánica.
Teixeira recibió el encargo de este plano, su obra más conocida, cuya producción le ocupó los últimos años de su vida. El mismo Felipe IV financió el proyecto, pagando del denominado “Bolsillo Secreto del Rey” la suma de 200 escudos.
En este plano el portugués representó las calles y casas de Madrid en un total de 500 hectáreas, rodeadas por la cerca de Felipe IV, con sus cinco puertas principales: Alcalá, Atocha, Toledo, Segovia y Fuencarral. El de Teixeira era un Madrid 15 veces más pequeño que el actual y tenía una población de 150.000 habitantes.
En el plano podemos comprobar cómo Madrid era una ciudad dominada por torres rematadas con chapiteles, que destacan en la Plaza Mayor, la Casa de la Villa, la Iglesia de la Almudena o en sus dos grandes complejos palaciegos: el Real Sitio de El Retiro y el Alcázar Real. Entorno al desaparecido palacio se pueden distinguir los edificios que formaban parte de su conjunto, como la Casa de las Matemáticas, donde vivió el arquitecto Juan Gómez de Mora, o la Casa del Tesoro, donde residía Diego Velázquez.
También era una ciudad de conventos, contaba con cincuenta y cinco, como los de San Plácido, San Basilio, las Góngoras o el recién construido Convento de la Encarnación, fundado por Felipe III y Margarita de Austria para conmemorar la expulsión de los moriscos. Asimismo, en su diseño están presentes edificios civiles como la Cárcel de Corte, la Plaza Mayor, con la Casa de la Panadería, o el Palacio de los Consejos.
En aquel Madrid ya distinguimos el Paseo del Prado, la Calle de Alcalá y la Puerta del Sol, con apenas 14 metros de anchura. También fuentes como las de la Plaza de la Cebada, la de Santa Cruz o la de los Caños del Peral, en la actual Plaza de Isabel II.
Gracias al detallismo en la ejecución de este plano, que incluía las fachadas de las casas y sus cubiertas, sabemos cómo fueron el Mentidero de la Villa, en la esquina de la Calle Mayor con Esparteros, el Corral del Príncipe, donde hoy se ubica el Teatro Español o la Iglesia de San Miguel de los Octoes, en el espacio que hoy ocupa el Mercado de San Miguel.
El plano fue realizado en el año de 1651 y publicado en 1656 en Amberes, uno de los centros europeos más importantes en la edición de libros y grabados en cobre, con el nombre de “Topographia de la Villa de Madrid”. Ocupaba 20 láminas que medían en conjunto 2,91 metros de anchura por 1,92 metros de altura. Felipe IV quedó tan contento con el resultado que pagó a Teixeira 500 escudos adicionales.
El plano de Teixeira ofrecía por primera vez a los habitantes de la Villa y Corte una imagen integral de sí mismos… una seña de identidad. Se trataba del más importante de los planos de la Villa hasta ese momento, pero no el primero… este honor lo ostenta el plano de Antonio Mancelli, realizado en 1622.
El 13 de abril de 1662 Antonio Teixeira fallecía en su casa de la Calle del Pardo, equivalente a la actual calle Princesa, siendo enterrado en la iglesia de San Martín, una de las que posteriormente destruiría por José Bonaparte.
Lamentablemente, el paso del tiempo ha hecho que hoy gran parte de los edificios que existían en el Madrid del Siglo de Oro hayan desaparecido. Sin embargo, un paseo por la ciudad o la observación de este ejemplar único del plano de Teixeira, custodiado en el Museo de Historia de Madrid y que perteneció al cronista y bibliotecario perpetuo de la villa Ramón de Mesonero Romanos, nos permiten redescubrir algunos de los rincones que fueron representados y contemplar los cambios urbanos producidos en el transcurso de los siglos.
Un viaje en el tiempo que nos transporta a otro Madrid, el que ya no podemos ver y por el que paseamos gracias a nuestra imaginación. El viejo rostro de Madrid, retratado por su hijo portugués: Pedro Teixeira.