¡Un respeto a los mayores!
el ahuehuete del retiro, un anciano venerable
¿Os habéis preguntado alguna vez cómo se sentiría un madrileño nacido en siglo XVII si de repente apareciera en el Madrid actual? Palacios, iglesias, parques, monumentos, calles… se habrían convertido en casas domotizadas, tiendas de electrónica o centros comerciales ¡Todo sería muy diferente! Tan sólo podría consolarle compartir su sorpresa con alguien que hubiera sido testigo de todos esos cambios a lo largo del tiempo. El más longevo, simbólico e histórico árbol de la ciudad, el ahuehuete del Parque del Retiro, podría comprenderle.
En el Parque del Retiro existen unos veinte mil árboles de especies diferentes procedentes de los cinco continentes, pero el ahuehuete no es uno más, se trata del árbol más veterano de la capital. Podemos encontrarlo en los jardines del parterre, al acceder al Parque por la puerta situada frente al Casón del Buen Retiro.
Procedente de México, su historia se mezcla con la leyenda. Algunos dicen que llegó a España de manos de Cristóbal Colón, tras uno de sus primeros viajes a América; otros creen que Hernán Cortés lloró apoyado en su tronco durante la “Noche triste”, la masacre del ejército español a manos de los aztecas… Al margen del mito, oficialmente, este árbol es uno de los ejemplares que el Conde Duque de Olivares mandó plantar en 1633, cuando creó este imponente recinto palaciego para los paseos de Felipe IV y su corte.
El ahuehuete es uno de los pocos árboles que sobrevivió a la deforestación del Parque del Retiro con la ocupación francesa de Madrid, durante la Guerra de la Independencia.
Acuartelados en el Palacio y los Jardines del Buen Retiro, las tropas napoleónicas talaron la mayor parte del arbolado y destruyeron la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro. Nuestro protagonista se salvó porque su altura (25 metros) y sus robustas ramas sirvieron de apoyo a los cañones con los que los soldados bombardeaban a los insurgentes madrileños. Los árboles fueron replantados posteriormente, en tiempos de Fernando VII.
Durante la Guerra Civil, la mayoría de estos ejemplares fueron nuevamente talados para calentar a los ciudadanos, en una época en la que la miseria y la destrucción se había adueñado de las calles de la capital. El ahuehuete, impertérrito, volvió a sobrevivir.
Aunque no sepamos verlo, los árboles son testigos mudos de la Historia que debemos aprender a respetar y preservar. Nuestro ahuehuete, el abuelito del Retiro, como sabio anciano, tiene mucho que contarnos y enseñarnos... sólo debemos sentarnos en su regazo y aprender a escucharle.