Pinceladas de sangre
Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808
Si algo tienen en común la mayoría de las guerras a lo largo de la Historia es que todas fueron iniciadas a través de una chispa… un detonante que provoca el enfrentamiento entre dos bandos. En el caso de la Guerra de la Independencia Española, el motivo que provocó el levantamiento del pueblo español contra ejército francés fueron los fusilamientos del tres de mayo de 1808 en Madrid.
El 2 de mayo de 1808, hacia las dos de la tarde, tras conseguir las tropas francesas sofocar el levantamiento del pueblo de Madrid, el mariscal Murat ordenó la creación de una Comisión Militar que, sin escuchar a los detenidos, fueran hombres o mujeres, dictaba sus sentencias de muerte. Por decreto se ordenó arcabucear a todo español que hubiese sido arrestado portando armas, considerando tales las tijeras de una costurera, como en el caso de Manuela Malasaña, o el bisturí de un cirujano. Albañiles, jardineros, plateros, arrieros, comerciantes... formaban la aciaga comitiva.
En grupos, los condenados fueron enviados a distintos lugares de la capital para su inmediata ejecución, entre otros el Paseo del Prado, la Puerta del Sol, la Puerta de Alcalá, el portillo de Recoletos y la montaña del Príncipe Pío. En este lugar, que hoy ocupa el Parque del Oeste, fueron fusilados, a las cuatro de la madrugada del 3 de mayo de 1808, 43 patriotas españoles elegidos por sorteo de entre los detenidos en las revueltas del día anterior.
Este fue el lugar que Francisco de Goya plasmó en su célebre lienzo El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos de patriotas madrileños, más conocido como Los fusilamientos de 3 de mayo, de 1814. Esos días Goya se hallaba fuera de Madrid, pero a su vuelta a la capital recogió testimonios con los que pintó la obra que, con el tiempo, se convertiría en icono de los dramas de aquella España.
De entre todos los fusilados aquella noche, Francisco Gallego Dávila, sacristán del Convento de la Encarnación, fue el único elegido a dedo por Murat y forma parte de la Historia por ser el clérigo que Goya plasmó en su pintura. Murat ordenó que los cadáveres de los fusilados permanecieran insepultos durante nueve días, como medida ejemplarizante. Hoy descansan en el cercano cementerio de la Florida.
De entre todos los condenados Juan Suárez, artesano del barrio de Maravillas, fue el único que pudo librarse de sus ataduras y escapar, rodando loma abajo. Fue él quien detalló lo sucedido aquella noche, en un relato que aún hoy se conserva en el Archivo de la Villa y que probablemente compartió con Goya antes de realizar su famosa obra.
El conjunto escultórico que podéis ver en la imagen, obra de Aniceto Marinas, recuerda desde 1908 a los caídos, incluidos niños, en este lugar cercano al de la masacre.
Los gritos y el horror vivido aquel 3 de mayo de 1808 en este lugar, se han convertido hoy en carcajadas de los niños que juegan felices junto a sus padres y arrumacos de parejas que disfrutan de unas maravillosas puestas de sol en este parque emblemático madrileño. Todos ellos gozan de una libertad forjada dos siglos atrás con el llanto y la sangre de patriotas que hoy, al verlos, se sentirían tremendamente orgullosos de su sacrificio.