La madrina de Madrid
La Mariblanca, símbolo de los madrileños
Madrid es una ciudad tan activa y dinámica que, si realmente quieres estar al día de todo lo que sucede en cada barrio, no puedes quedarte quieto bajo ninguna excusa… ni siquiera la de ser una estatua. La más dinámica de todas ellas, la Mariblanca, lo sabe y por eso en cuatro siglos no ha dejado de moverse por las calles de la capital.
En 1606 la corte volvía a Madrid tras su paso de tres años por Valladolid, iniciándose en la Villa una importante remodelación urbanística y ornamental. Entre otras novedades, se construyeron nuevas fuentes para las plazas más destacadas, como las de la Provincia, Cebada, Descalzas Reales, San Salvador, Puerta Cerrada, Puerta de Moros y la Puerta del Sol.
Como remate de la mayoría de estas fuentes se eligieron esculturas clásicas, de temas mitológicos, cuya adquisición se encargó al mercader de arte florentino Ludovico Turchi. Una de ellas fue nuestra protagonista de hoy: una representación de Venus, diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad, que se apoya sobre dos cabezas de delfines, símbolos del mar donde nació y acompañada de su hijo Cupido.
Esta figura se colocó como remate de la fuente frente a la hoy desaparecida Iglesia del Buen Suceso, en la Puerta del Sol, en 1625. Se dice que a la diosa se le añadió una cruz para evitar comentarios críticos relacionados con su original carácter pagano vinculado con la lujuria, convirtiéndola así en una representación de la Fe.
La Fuente de la Fe se hizo muy popular como punto de encuentro y pronto empezó a ser conocida como la Mariblanca entre los aguadores que la frecuentaban, denominación que reflejaba el color blanco del mármol de la escultura. Este nombre cuajó entre la ciudadanía y con él se quedaría para siempre.
En 1727 se encargó al arquitecto Pedro de Ribera un rediseño de la fuente, eliminando algunos elementos ornamentales, pero respetando a la Mariblanca, debido al apego que sentían por ella los madrileños.
El paso de los años y el deterioro de la fuente obligó a su demolición en 1838, sin bien la Mariblanca se conservó por aclamación popular, pasando a reubicarse en la fuente de la Plaza de las Descalzas Reales.
Esta fuente desaparecería también en 1892 y la Mariblanca sería trasladada a los depósitos municipales. En 1914 continuó su periplo siendo ubicada en el Parque del Retiro y, en 1969 fue colocada en la llamada Fuente de la cascada, al inicio del Paseo de Recoletos, donde en los años 80 sería víctima de actos vandálicos.
Una vez restaurada, Enrique Tierno Galván, alcalde de la capital, decidió colocarla en el zaguán de la Casa de la Villa, donde permanece actualmente, y encargó una copia de menor tamaño, que es esta que podemos disfrutar hoy en su emplazamiento de la Puerta del Sol.
La Mariblanca ha sido y sigue siendo uno de los símbolos más queridos en la ciudad desde hace siglos, un legado que comparte con otros más modernos como la Cibeles o el Oso y el madroño. Una madrina de lujo y con doble sentido… lujuria y Fe... una dualidad compatible y muy humana, que la hace mucho más cercana para todos los madrileños.