El paseo del pavoneo
Paseo de Recoletos, Historia tras sus muros
¿A quien no le gusta acaparar miradas al salir a la calle? ¡A cualquiera le sube la moral! Lo que solemos llamar pavoneo, era una tónica general en el Madrid del siglo XVIII y el lugar para hacerlo era el Paseo de Recoletos.
Esta avenida de 700 metros, actualmente flanqueada por la plaza de Cibeles y la plaza de Colón, ya existía a principios del siglo XVII. Su origen se encuentra en el barranco que formaba el arroyo de la Fuente Castellana y la continuación del antiguo paseo del Prado Viejo de San Jerónimo y del Paseo de Atocha, que hoy conforman el Paseo del Prado.
Su nombre original, Paseo del Prado de los Agustinos Recoletos, provenía del Convento que, desde el siglo XVI, se ubicaba en el lugar donde hoy encontramos la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico. Una de las capilla de este antiguo convento acogió la última tumba conocida del pintor extremeño Francisco de Zurbarán.
La alameda terminaba en la Puerta de Recoletos, de estilo barroco y construida bajo el reinado de Fernando VI en 1756. Bajo el reinado de Carlos III, esta antigua zona de huertas y conventos será reformada y adornada con fuentes y puentecillos, en un proyecto que concluiría su nieto, el rey Fernando VII. Este espacio se convirtió así en el principal lugar de encuentro y ocio de los madrileños, adquiriendo un carácter que perdura aún en nuestros días.
Con la Desamortización de Mendizábal, en 1836, se derribaron los conventos de esta zona que pronto se revalorizó, convirtiéndose en el lugar de moda en el que las clases pudientes decidieron construir sus palacios, algunos tan excepcionales como el del Marqués de Salamanca, actual sede de la Fundación BBVA; el de la Duquesa de Medina de las Torres; el de Buenavista, actual Cuartel General del Ejército; el de Villahermosa, actual Museo Thyssen-Bornemisza; el Palacio de Linares, actual Casa de América; o el de la saga de los duques de Sesto, actual Banco de España.
El Paseo de Recoletos se convirtió en lugar de esparcimiento de la alta burguesía, un paseo al que se acudía para mirar y ser mirado, casi una pasarela de moda de la época. Aquí se podía disfrutar del frescor de la arboleda, de una jornada de teatro en el Teatro de la Princesa, actual Teatro María Guerrero, de un espectáculo en el primer Circo Price o de una de las prestigiosas tertulias literarias en el Café Teide o en el Café Gijón.
Sin embargo, al estallar la Segunda República y la Guerra Civil, este tipo de vida dejó de estar bien visto. El avance de los tiempos, el desarrollo de Madrid y la especulación terminaron con un estilo arquitectónico y un estilo de vida. Los palacetes con jardines que sobrevivieron ( menos del 80 por ciento de los originales) tuvieron que compartir espacio con nuevos formatos de viviendas como las Torres de Colón, acabando así el esplendor de una época.
Pasear hoy por el Paseo de Recoletos nos permite disfrutar de extraordinarios monumentos, como el dedicado a Valle Inclán o Juan Valera, esculturas como la Andrómaca de José Vilches y fuentes como esta Fuente de la Cascada, cuyas columnas toscanas cobijaron durante dos décadas a una de las figuras más icónicas y representativas de la ciudad de Madrid: la Mariblanca.
Como decía Pío Baroja, “media historia de España contemporánea puede decirse escrita dentro de los muros de los palacios de Madrid”, muchos de ellos concentrados en este Paseo de Recoletos, uno de los lugares más bonitos de la capital para pasear, mirar… y dejarse ver.