Enemigos íntimos
Cervantes vs. Lope, pelea de gallos en el Siglo de Oro
La envidia y los celos son dos vicios nocivos para cualquier relación, ya sea sentimental o de amistad. Lope de Vega y Miguel de Cervantes sufrieron sus consecuencias: los dos grandes genios de las letras españolas comenzaron una amistad que poco tiempo después se truncaría, convirtiéndose en una de las relaciones literarias más estudiadas a lo largo de los siglos.
En un rincón del cuadrilátero tenemos a Lope de Vega, “el Fénix de los ingenios”, autor estrella del Siglo de Oro. Se lucía en todos los géneros literarios y escribía decenas de piezas simultáneamente. Sus obras de teatro triunfaban por su cercanía con el público llegando a convertirse en una marca… tanto es así que en la época se acuñó la expresión “es de Lope” para referirse a aquello de una calidad suprema. Ganó suficiente dinero con la venta de sus obras como para comprar una lujosa casa y vivir holgadamente. Las mujeres le lanzaban piropos por las calles y desbordaba simpatía.
En el otro rincón, Miguel de Cervantes, “el Príncipe de los ingenios”. Quince años mayor que su rival y de un carácter radicalmente diferente. Muy reservado, no contaba con fama ni reconocimiento social. Obligado por la necesidad a trabajar en oficios muy diversos para comer, pasaba largas temporadas sin escribir una línea y se daba por satisfecho con colocar alguna de sus comedias en la cartelera.
A pesar de sus diferentes personalidades, ambos fueron amigos e incluso se admiraron mutuamente. Los dos genios se conocieron en 1583 en la Calle de Lavapiés, en casa del productor teatral Jerónimo Velázquez, con cuya hija casada, Elena Osorio, Lope mantenía una relación extramatrimonial.
Durante mucho tiempo ambos literatos fueron vecinos en el Barrio de las Musas, junto al mentidero de los representantes, frecuentaron las mismas tertulias y llegaron incluso a elogiarse mutuamente en sus respectivas obras: Cervantes en La Galatea y Lope en La Arcadia. La última evidencia de una buena relación entre ellos data de 1602, cuando Lope incluyó un soneto de su colega en La hermosura de Angélica… a partir de ese momento sus elogios mutuos se transformaron en ataques.
En un mundo tan pequeño como el del Madrid del siglo XVII, las rencillas se potenciaban y los pequeños desplantes se convertían en verdaderas afrentas. Durante el Siglo de Oro las palabras podían herir más que la espada y el honor podía quedar dañado irremediablemente. En este sentido, es legendaria la rivalidad personal y poética entre Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.
En su Arte nuevo de hacer comedias, Lope de Vega defendía que las comedias se ajustaran a los gustos del pueblo: "Como las paga el vulgo es justo, hablarle en necio para darle gusto". Posteriormente, en la primera parte del Quijote, Cervantes respondió a este texto criticando las comedias de Lope y afirmando que se habían convertido en "mercadería vendible".
Aunque la primera parte del Quijote se publicó en 1605, Lope pudo leer previamente su versión manuscrita en 1604. En una carta, el Fénix afirmaba: “De poetas no digo; ¡buen siglo es este! Muchos están en ciernes para el año que viene. Pero ninguno hay tan malo como Cervantes; ni tan necio que alabe a Don Quijote”. La guerra estaba servida.
Pero la gota que colmó el vaso de la venganza cayó diez años después. En 1614 se publicó una continuación falsa del Quijote, firmada con el nombre de "Alonso Fernández de Avellaneda". En ella aparecían los mismos personajes y estaba claramente diseñada para robar a su verdadero autor el éxito comercial.
Esta noticia supuso un enorme disgusto para Cervantes que, en los últimos años de su vida, se vio obligado a responder a Avellaneda escribiendo la legítima segunda parte de su Quijote, que publicaría a finales de 1615, con 68 años. Pocos meses después, el 22 de abril de 1616, el genio alcalaino fallecía en Madrid.
Quién sabe si El Quijote, obra cumbre de la literatura universal, la más traducida después de la Biblia y origen de la novela como género literario, se habría escrito sin la aparición de su versión apócrifa, cuya autoría Cervantes siempre atribuyó a Lope de Vega y su entorno.
Cervantes y Lope, genios de la literatura universal separados por sus egos, encarnan desde hace más de cuatro siglos, el gran conflicto del arte moderno: expresar el mundo interior o satisfacer al público… romanticismo o mercado. El primero convirtió a Cervantes en leyenda eterna y el segundo a Lope en el hombre de su tiempo.