¿Soy leyenda?

Monumento a Gustavo Adolfo Bécquer. Madrid, 2018 ©ReviveMadrid

Monumento a Gustavo Adolfo Bécquer. Madrid, 2018 ©ReviveMadrid

Gustavo adolfo bécquer, romántico y burgués


¿Alguna vez te has planteado si los mitos y estereotipos del pasado que han llegado hasta nosotros son realmente ciertos o en cambio se han construido a partir de apariencias o testimonios? La Historia no siempre es infalible y, a veces, puede transformar la realidad en leyendas que acaban instaladas como hechos rigurosos en el imaginario colectivo. Gustavo Adolfo Bécquer, por ejemplo, arquetipo de hombre del Romanticismo, pudo no haber sido ese personaje bohemio, pobre, infeliz y atormentado que su obra y su imagen tradicionalmente nos han presentado, sino más bien todo lo contrario.

El hombre romántico_

Como sabemos, el movimiento Romántico en España se desarrolló coincidiendo con las fechas del reinado de Isabel II (1833-1868) y motivado fundamentalmente por el regreso de los jóvenes liberales españoles, exiliados en Francia durante la regencia de Fernando VII.

El hombre romántico era, ante todo, individualista y rebelde. Su individualismo estaba marcado por una conciencia aguda y dolorosa de su propia personalidad, que le llevaba al aislamiento y a la soledad.

Su rebeldía respondía al ansia de libertad que producía en él una protesta contra las trabas que hasta entonces tenían cohibido su espíritu, tanto políticas como sociales.

Los románticos rechazaban la razón y todo lo racional. Consideraban la pasión una fuerza infinitamente superior a la razón.

La muerte y el amor imposible_

Sus temas preferidos estaban relacionados sobre todo con lo sobrenatural, la magia y el misterio, concediéndole una gran importancia a las emociones, los sueños y las fantasías.

Eran consecuentes con sus ideales hasta el final y no les importaba arriesgar su vida, aunque fuera innecesariamente, para defenderlos.

Cundió también entre los románticos una fascinación por la muerte, a la que parecían desafiar y desear a la vez como respuesta a todas sus preguntas, e incluso por ciertas enfermedades en las que encontraban un macabro gusto estético. Es el caso de la tuberculósis, conocida también como la "enfermedad romántica".

Por último, el amor imposible y el amor sublime daba sentido a sus vidas. Un amor idealizado, divino y puro por el que sin duda merecía la pena morir.

La poesía y bécquer como icono_

Todos estos eran sólo algunos de los complejos requisitos que debía reunir el perfecto hombre del Romanticismo y que encontraron su mejor forma de expresión a través de la poesía.

Cuando hablamos de poesía romántica española a muchos nos resulta inevitable pensar en Gustavo Adolfo Bécquer, ¿no es así?. Y es que su vida se nos ha presentado siempre como el ejemplo más claro, con permiso de Mariano José de Larra, de prototipo de hombre romántico español, que combinaba el recuento de amantes, una actitud y facha bohemias, y una vida tristísima marcada por la pérdida, la enfermedad y las penurias económicas.

Todo ello unido al hecho de que siempre fue considerado un escritor maldito, que supo condensar en sus Rimas y leyendas los ideales de misterio y tormento que gobernaron su vida, ¿verdad?.

Pues bien, este paradigma de hombre romántico está siendo revisado en los últimos tiempos por los biógrafos del poeta y sustituido por otra imagen que los especialistas creen más ajustada a la realidad: la de Bécquer como un periodista de éxito, burgués acomodado, director de algunos de los periódicos más prestigiosos del Madrid de su época, militante político comprometido con la causa reaccionaria y amistades de gran influencia que le ayudaron a convertirse en miembro destacado de la sociedad madrileña.

Y es que los tiempos lo cambian todo… incluso el misterio de los mitos… punto por punto.

gustavo adolfo… ¿domínguez?_

Gustavo Adolfo Domínguez Bastida (su verdadero nombre) nació en el barrio sevillano de San Lorenzo el 17 de febrero de 1836.

Su padre, el pintor José Domínguez Insausti, decidió recuperar, con fines de ascenso social, el apellido “Bécquer” procedente de sus antepasados, una acaudalada familia de comerciantes flamencos instalados en la Sevilla del siglo XVI, muy respetados en la ciudad. De ellos tomó José el apellido artístico que después retomarían también sus hijos Valeriano y Gustavo Adolfo.

Ambos hermanos quedarían huérfanos de padre y madre siendo niños, por lo que fueron adoptados por su tía materna, María Bastida… aunque en la práctica Valeriano y Gustavo se adoptarían desde entonces el uno al otro y apenas se separaron a lo largo de su vida.

¿Penurias económicas en Madrid?_

Desde joven Gustavo Adolfo soñaba con el éxito literario y en, otoño de 1854, decidió trasladarse a Madrid en busca de la gloria.

La realidad social que se encontró el joven sevillano al llegar a la capital era la de una España marcada por la guerras entre liberales y carlistas, la Desamortización de Madoz, el ensanche urbanístico, las conspiraciones militares y el bienio progresista.

Aunque Bécquer fue un hombre que luchó para abrirse camino en Madrid como escritor, la realidad es que con apenas dieciocho años y al poco de instalarse, comenzó a labrarse en la ciudad una importante carrera en el periodismo. La prensa en aquella época era el sustento económico de casi todos los escritores… y a él no le fue nada mal.

¿Un autor maldito?_

Ni mucho menos Bécquer fue un autor maldito o atormentado. Muy al contrario, llegó a convertirse en un gran periodista, respetado en periódicos como El Contemporáneo valorado hasta el punto de llegar a dirigir otros como La ilustración de Madrid.

En los ratos libres que le dejaba su profesión de articulista aprovechó para sembrar su futura gloria literaria, publicando versos sueltos en algunas de las revistas de la época.

Gracias a la protección y ayuda de sus amistades políticas, especialmente la de Luis González Bravo, ministro y diputado del Partido Moderado, consiguió compaginar su empleo de periodista con el de censor de novelas.

Se trataba de un puesto cómodo, bien pagado y de cierta relevancia política que le permitiría moverse entre la clase alta de la sociedad. Para ayudarle en su empresa Bravo no dudó en transgredir la normativa que impedía ejercer este trabajo sin el título de licenciado… un requisito que su amigo Bécquer no cumplía.

Por lo tanto, el joven sevillano vivió más como un burgués que como un bohemio, y tan solo lo pasó mal económicamente cuando la revolución de 1868 dejó fuera del poder a los moderados de Ramón María Narváez, a quienes él apoyaba.

¿Seductor nato?_

En contra de lo que pudiéramos imaginar, Gustavo Adolfo Bécquer no fue un gran seductor. Era tímido y apocado… y la pasión de su poesía no se tradujo en amantes.

Se fijó en Julia Espín, hija del compositor Joaquín Espín y Guillén, uno de los primeros nombres de nuestra zarzuela, pero parece que la hija del compositor le dio calabazas.

En 1861 se casó, en la iglesia de San Sebastián de Madrid, con Casta Esteban y Navarro, con la que tendría tres hijos: Gregorio Gustavo, Jorge y Emilio Eusebio.

Bécquer siempre sospechó que el último de los tres había sido fruto de una relación extramatrimonial de Casta… consecuencia lógica ya que, según parece, el sevillano prefería frecuentar los mentideros artísticos de Madrid antes que cuidar de su familia y su matrimonio.

Consciente de que su mujer le era infiel, el poeta se separó de ella y se trasladó un año a Toledo.

¿Look bohemio?_

A pesar de la imagen bohemia que todos recordamos de Bécquer, gracias al mítico retrato realizado por su hermano Valeriano en el que, bajo una cabellera rizada, asoma la cabeza de un Gustavo Adolfo adolescente, en realidad las fotografías que nos han llegado del poeta nos lo muestran como un altanero burgués al que no le faltaba detalle de su clase, incluido el característico sombrero de copa.

¿Arquetipo de muerte romántica?_

La temprana muerte del poeta sevillano, a los 34 años, es otro de los hechos que le convirtieron tradicionalmente en icono del Romanticismo.

Sin embargo, a pesar de la creencia popular, su fallecimiento no se produjo directamente por la llamada "enfermedad romántica" (la tuberculosis) que sí había sufrido años atrás, sino por un resfriado causado por un trayecto en tranvía descapotado en pleno invierno desde la Puerta del Sol hasta su residencia, que debilitó sus maltrechos pulmones y acabó derivando en pulmonía.

El 22 de diciembre de 1870 Gustavo Adolfo Bécquer fallecía en su casa del número 23 de la calle Claudio Coello… un piso grande, lujoso y luminoso, en uno de los primeros inmuebles que dispusieron de agua corriente en Madrid y en cuya planta baja se encontraban las oficinas del marqués de Salamanca, quien llegó a ser el hombre más rico de España y promotor del gran proyecto urbanístico que hoy lleva su nombre.

El poeta fue enterrado en el cementerio de la Sacramental de San Lorenzo de Madrid que, desde tres meses antes, acogía el cuerpo de su hermano Valeriano. Allí permanecerían hasta 1913, cuando los restos de ambos fueron trasladados a Sevilla, donde actualmente descansan.

¿La gloria literaria?_

Cuando Bécquer murió era conocido exclusivamente como periodista. Aunque pudo publicar sueltas varias de sus rimas y leyendas en diarios, lo cierto es que en vida no logró recopilar toda su obra en un volumen. No publicó un libro jamás.

Lo intentó en 1868 con el Libro de los Gorriones (lo que hoy conocemos como Rimas) que entregó a su amigo González Bravo para que promoviera su publicación… con tan mala suerte que el manuscrito se perdió cuando la casa de su protector fue asaltada en los disturbios que derrocaron a Isabel II en septiembre de ese mismo año. Bécquer se vio obligado a reescribir la totalidad de su obra de memoria.

Sería su círculo de amigos el que recopilaría esos poemas tras su fallecimiento y los reordenaría con la intención de que formasen una biografía poética.

¿El origen de la leyenda?_

En su lecho de muerte Bécquer comentó a su entorno:

“Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo”.

Sus amigos decidieron cumplir su deseo y, a través de una suscripción popular, publicaron sus Rimas en 1871, aunque alterando el orden de las mismas.

Según los biógrafos de Bécquer, los amigos del poeta editaron sus obras póstumas seleccionando tan sólo aquellas de temática literaria, omitiendo cientos de textos que evidenciaban por ejemplo su compromiso político y creando una historia artificial de amor, desengaño y muerte que convenían más a la construcción de su leyenda romántica. Esa es la versión que finalmente se popularizó y contribuyó a la mitificación del poeta sevillano.

El homenaje al mito en las calles de Madrid_

El escultor Santiago de Santiago fue el encargado de realizar este monumento en honor al literato, inaugurado en 1974 en el Parque de la Fuente del Berro.

Rodeado de un pequeño estanque, el poeta aparece junto a la alegoría de sus obras más célebres: a su izquierda las "Rimas" y a su derecha las "Leyendas". Ataviado con ropa de época, se representa al sevillano paseando con las manos a la espalda, adoptando la pose melancólica de un escritor que no consiguió ver publicada su obra poética.

Aunque probablemente la imagen que ha llegado hasta nosotros de Gustavo Adolfo Bécquer no es la que mejor se ajuste a la vida real de Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, lo incuestionable es que, sin su obra, la poesía en castellano no sería la misma y la producción de autores posteriores como Juan Ramón Jiménez, Machado o Cernuda sería impensable.

Unos versos esenciales los de Bécquer que hoy día muchos seguimos recordando de memoria, y cuya extraordinaria belleza sigue poniendo a prueba nuestra capacidad de emocionarnos. Para muestra, un botón:

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres…

¡esas… no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día…

¡esas… no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido…; desengáñate,

¡así… no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas, 1871.

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida (Sevilla, 1836-Madrid, 1870)

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida (Sevilla, 1836-Madrid, 1870)

Si pudiera hacerse la disección de las almas, cuantas muertes misteriosas se explicarían
— Gustavo Adolfo Bécquer


¿Cómo puedo encontrar el monumento a Gustavo Adolfo Bécquer en Madrid?