La patria del exilio
María Zambrano, la razón y la poesía
¿Qué sentirías si la situación política de tu país te obligara a abandonar tu hogar sin saber si algún día podrías volver? La Guerra Civil dejó numerosas heridas abiertas en la sociedad española, una de las más dolorosas fue el exilio de miles de personas. Las consecuencias de esta emigración fueron terribles, no sólo desde el punto de vista demográfico, social y económico… también cultural: España perdió a toda una generación de intelectuales considerada la mejor después del Siglo de Oro. María Zambrano, la filósofa española más relevante del siglo XX, fue la última gran pensadora en regresar a su patria tras una vida, repleta de luces y sombras, que sigue siendo poco conocida.
Se calcula que, en los tres primeros meses de 1939, se vieron obligados a abandonar España casi medio millón de personas pertenecientes a las más variadas condiciones sociales e ideológicas… un largo exilio marcado por la incertidumbre y el desarraigo. Los pocos desplazados que consiguieron regresar, a finales de los años setenta del siglo XX, encontraron un país al que ya no conseguían adaptarse: perdían su hogar por segunda vez.
María Francisca Águeda Araceli Asunción Carolina Magdalena Rafael de la Santísima Trinidad Zambrano Alarcón… María Zambrano… nacía en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904.
Sus padres eran profesores, lo que propició que María tuviese inquietud por el conocimiento desde muy pequeña. Con cuatro años se trasladó junto a ambos y a su inseparable hermana Araceli, primero a Madrid y después a Segovia, donde la familia entabló amistad con Antonio Machado, quien marcaría profundamente el pensamiento de la futura filósofa.
De vuelta a Madrid, se matriculó en la Universidad Central para estudiar Filosofía, convirtiéndose en una de las mejores alumnas de Ortega y Gasset, a quien siempre consideraría su maestro.
María no era una joven más. Rompió con todos los estereotipos femeninos de la época: tras terminar su carrera se vinculó a la política, apoyo la causa de la República y fue una clara defensora de los derechos de las mujeres. Consiguió ser referente en una época en la que la gran mayoría de los intelectuales, hombres, estaban en contra de que las mujeres tuviesen voz propia.
Fue profesora de filosofía en la Residencia de Señoritas y formó parte de las Misiones Pedagógicas, en las que se difundió la cultura por todos los rincones de España a través de bibliotecas, representaciones teatrales, cine o lectura de libros.
También se hizo un hueco en las tertulias intelectuales del Madrid de la época, copadas por hombres. En ellas conoció a Miguel Hernández, Federico García Lorca o Ramón Gómez de la Serna… habituales de las sesiones de poesía y té que la malagueña organizaba diariamente en su casa, en esta Plaza del Conde de Barajas, en la que vivió entre 1931 y 1936.
La poesía fue la vía por la que María Zambrano consiguió canalizar su característica filosofía, dando lugar a la Razón Poética. Nadie antes se había planteado aunar estos dos conceptos para que pudieran convivir de una forma tan dulce y pura.
Tras contraer matrimonio con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave, la pareja se marchó a vivir a Chile donde Alfonso había sido designado secretario de la embajada de España. Pero su estancia en Chile duró tan sólo un año. En 1937, María y Alfonso regresaron a España para ayudar a los republicanos que luchaban en la Guerra Civil: Alfonso se incorporaba al frente y María era nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada.
Sin embargo, cuando el bando franquista se hizo finalmente con el poder del Estado, María tuvo que elegir entre silencio y el exilio… y optó por este último. El 28 de enero de 1939 cruzaba la frontera francesa acompañada de su madre y su hermana Araceli. Comenzaba así un largo destierro que duraría 45 años y llevaría a la veleña a Chile, México, Cuba, Puerto Rico, Roma, París y Suiza.
La palabra exilio está muy ligada a María Zambrano, que supo hacer de su condición de expatriada una ocasión para elevarse y trascender. Su producción quedó marcada por la distancia y la nostalgia que siempre sintió por regresar a su patria, presente en obras como Delirio y destino, España, sueño y verdad, Claros del bosque o Los bienaventurados.
Tras haber pasado más de la mitad de su vida exiliada en el extranjero, España comenzó a reclamarla reconociendo su valía mediante la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981, en su primera edición.
Finalmente, el 20 de noviembre de 1984, María Zambrano regresaba a España tras casi medio siglo de ausencia, siendo la última de las grandes exiliadas españolas en regresar a su patria. Volvía así a un país del que, según ella, nunca se había ido.
A pesar de su mal estado de salud, en esta última etapa su actividad intelectual fue incansable y, en 1988, se convertía en la primera mujer en recibir el Premio Cervantes.
El 6 de febrero de 1991 fallecía en Madrid. Al día siguiente se trasladó su cuerpo al cementerio de Vélez-Málaga, donde hoy reposa junto a su hermana Araceli, siempre juntas, debajo de la sombra de un limonero. En la lápida, por su propio deseo, está inscrita esta leyenda: “Surge amica mea et veni”… "Levántate, amiga mía, y ven".
Actualmente, colegios, bibliotecas, centros culturales, institutos e incluso la preciosa estación de trenes de Málaga recuerdan a María Zambrano… una de las pensadoras más importantes del siglo XX cuya figura sigue siendo, sin embargo, desconocida para muchos. Recuperar hoy su memoria es salvarla del exilio del olvido.