Inmortal

Monumento a Miguel de Cervantes. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Monumento a Miguel de Cervantes. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Miguel de Cervantes: el secreto de la vida eterna

¿Te gustaría vivir para siempre? Alcanzar la inmortalidad es una quimera que la humanidad ha persiguido desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, existe otra forma de sobrevivir más allá de nuestro corto tiempo en este mundo: trascender en la Historia, perviviendo en la mente de las generaciones venideras a través de nuestros actos y logros. A pesar de vivir una vida marcada por las dificultades, Miguel de Cervantes consiguió trascender la mortalidad para convertirse en leyenda, gracias a su obra.

Aunque parezca increíble, el autor del segundo libro más vendido y leído en el mundo tras la Biblia, creador de la novela como género literario, vivió y murió pobre. Una vida, la de Miguel de Cervantes Saavedra, inestable y azarosa, en la que abundaron más los golpes que las caricias, marcada ante todo por la constante necesidad de salir adelante.

Un periplo vital que comenzó siendo tan sólo un niño, en Alcalá de Henares, desde donde su familia se vio obligada a seguir los pasos del padre, cirujano barbero de profesión, por los pueblos y ciudades castellanas, manchegas y andaluzas. Esta experiencia permitió al pequeño Miguel convivir con la amalgama social que conformaba la España de la época, en plena descomposición del esplendor imperial de Felipe II, que quedaría grabada para siempre en su memoria.

El futuro genio de las letras leía con pasión todo texto que caía en sus manos… “hasta los trozos de papel que volaban por las calles”... y estudió lo que pudo, bajo la tutela de Juan López de Hoyos, en el Estudio de la Villa de Madrid. No se trataba más que de un joven sin rentas que debía construir su porvenir, como tantos otros de su época, intentando ganarse la vida allí donde podía.

Cervantes buscó la aventura como hombre de armas y la gloria como hombre de letras… pero nunca contó con que la mala fortuna se interpondría en su camino: fugitivo de la justicia, perdió la movilidad de su mano izquierda como soldado en Lepanto, estuvo cautivo durante cinco duros años en Argel, conoció la cárcel de vuelta a España y se vio obligado a desempeñar los oficios más diversos para aliviar sus estrecheces económicas.

Durante años buscó en vano algún empleo en la Corte y luchó por triunfar en el ambiente teatral de Madrid… pero se topó con un "Monstruo de la naturaleza", Lope de Vega, cuyo enorme éxito en los corrales de comedias no dejaba espacio para ningún otro creador. Esta competencia convertiría con el tiempo a Lope y Cervantes en enemigos legendarios.

La necesidad de sobrevivir y sacar adelante a su esposa Catalina y a su hija Isabel, llevó a Cervantes a trabajar como recaudador de impuestos en Andalucía… un puesto incómodo, mal pagado y peligroso, exigiendo a las gentes sus cosechas o su dinero, por caminos atestados de bandoleros, que acabó con sus huesos en la Cárcel Real de Sevilla a causa de un dinero que faltaba en las recaudaciones tras su paso por Vélez-Málaga.

Milagrosamente, en medio de todos esos vaivenes, desdichas y penurias, o más bien, gracias a ellos, el alcalaíno tuvo tiempo para imaginar y comenzar a escribir la primera parte del Quijote, que terminaría en 1605 durante su estancia en Valladolid. Don Miguel contaba con cincuenta y ocho años.

Que un anciano que había participado en batallas, había sido cautivo y preso, había pasado hambre, conocido el frío y el calor extremos y se había jugado el pellejo por los polvorientos caminos del reino en busca de unos pocos maravedíes, pudiera concebir en sus últimos años esta inmensa obra, no puede sino dejarnos boquiabiertos.

Ese es precisamente el genio de Miguel de Cervantes, el mérito que le hace universal… el de un hombre de a pie, machacado y superviviente, que refleja en su Quijote, con ternura, piedad y sentido del humor, tanto la picardía de los rufianes como las ínfulas de los hidalgos empobrecidos.

El público de media Europa reconoció de inmediato su valor, haciendo del Quijote un verdadero “best seller” de su tiempo, del gusto tanto del pueblo analfabeto como de los lectores cultos… pero ni siquiera el éxito de su obra sacó de la miseria a un vetusto Cervantes: engañado por su editor, pirateado en las imprentas y suplantado por el falso Avellaneda, continuó sobreviviendo en condiciones penosas junto a su familia.

A pesar de todo, don Miguel, ya desatado como escritor, logró terminar sus Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso, la segunda parte del Quijote y Los trabajos de Persiles y Sigismunda… antes de fallecer el 22 de abril de 1616, a los sesenta y nueve años de edad, en una casa rentada de la antigua Calle de Francos, actual Calle Lope de Vega.

La ciudad de Madrid, excepcional protagonista tanto en la vida como en la obra de Miguel de Cervantes, homenajea a nuestro “Príncipe de los ingenios” con un majestuoso monumento del que esta estatua forma parte. Proyectado por el arquitecto Rafael Martínez Zapatero y el escultor Lorenzo Coullaut Valera, preside la Plaza de España de la capital desde 1929.

Dinero, fama, belleza, poder… como veis, nada de eso es imprescindible para conseguir dejar una huella imborrable más allá del tiempo. Miguel de Cervantes no fue un hombre con suerte pero siempre persiguió su sueño y, aunque no pudo disfrutar del éxito en vida, no dejó de luchar contra molinos de viento convertidos en gigantes para lograr alcanzar la inmortalidad a través de su legado.

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares,1547-Madrid, 1616)

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares,1547-Madrid, 1616)


Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos (...); el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies
— Miguel de Cervantes. Prólogo de sus Novelas ejemplares


¿cómo puedo encontrar el monumento a miguel de cervantes en madrid?