Versos de libertad
miguel hernández, los versos de un preso
Tristemente, a veces las placas informativas que nos ilustran mientras paseamos por Madrid no cuentan toda la historia de un edificio... como en este caso. A la altura de la calle Conde de Peñalver con Juan Bravo, sorprende un edificio de estilo neomudéjar y aspecto melancólico. Lo que hoy es un asilo de ancianos fue, durante la Guerra Civil y la posguerra, la Prisión de Torrijos.
En origen fue sede de la Fundación benéfica Fausta Elorz, durante la Restauración. Al estallar la Guerra el edificio pasó de asilo de ancianas y escuela de niñas a penal de mujeres. No era tiempo para la caridad ni la enseñanza. Al finalizar el conflicto, en 1939, se convirtió en una de las 17 cárceles de la capital, donde la vida transcurría entre el miedo y la incertidumbre. Treinta y cinco mil presos se hacinaban en las cárceles de Madrid durante esos años, todos bajo jurisdicción militar.
El 15 de Mayo de 1939, ingresaba en esta prisión el poeta alicantino Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942), permaneciendo cuatro meses en sus celdas. Una semana antes había sido detenido por intentar pasar de España a Portugal sin autorización. Al llegar en camión a la localidad portuguesa de Santo Aleixo, Hernández se dispuso a vender su reloj, regalo de boda de su amigo Vicente Alexandre. El hombre al que se lo había vendido no tardó en delatarle a la policía portuguesa, a cambio de una recompensa de cinco pesetas. Cuando la dictadura de Salazar se dio cuenta de que tenía en sus manos a un perseguido de Franco, lo extraditó inmediatamente.
Al poco de ser recluido en esta cárcel de Torrijos, Hernández escribió a su mujer Josefina Manresa, ella le respondió describiendo la precariedad en la que vivía con su hijo Manolillo. Pan y cebolla era lo único que comían. Esta situación inspiró al poeta para escribir su conocido poema Nanas de la cebolla. Uno de los presos sacó el texto de la cárcel y Vicente Aleixandre se lo hizo llegar a Josefina.
Este presidio madrileño fue el menos sufrido de los diez por los que pasó Miguel Hernández antes de morir en el Reformatorio de Adultos de Alicante, el 28 de marzo de 1942, a causa una tuberculosis pulmonar aguda, a los 31 años de edad.
Hoy, una placa recuerda que en este lugar el poeta escribió sus Nanas de la cebolla, si bien no se menciona que se trataba de una cárcel… de esta manera los transeúntes podrían pensar que Hernández escribió estos versos en un balneario, de vacaciones.