Rompiendo los límites
cerca de felipe IV, última frontera de madrid
¿Recuerdas aquellos tiempos en los que tus padres te marcaban horario de llegada a casa cuando salías por las noches? Si aparecías una vez pasada esa hora, el rapapolvo y el castigo estaban asegurados. Aunque actualmente nos cueste entenderlo, hasta 1868 Madrid también tuvo horario de cierre, el que se marcaba en las puertas y portillos de la Cerca de Felipe IV.
La Villa de Madrid ha pasado gran parte de su historia protegida por murallas y cercas: dos murallas, la árabe y la cristiana, y tres cercas, la del Arrabal, la de Felipe II y la de Felipe IV.... cada una de ellas con una función y carácter diferente.
La Cerca del Arrabal se construyó en 1438 a raíz de una epidemia de peste en la ciudad. Por este motivo se decidió construir un hospital y una cerca que uniese los diferentes arrabales de la villa. El hospital se convertiría más tarde en el Hospital del Buen Suceso, que permanecería en la Puerta del Sol hasta 1854.
A esta Cerca del Arrabal le sucedería la Cerca de Felipe II. Iniciada hacia 1566 y finalizada en 1598, su trazado incluía siete puertas en un perímetro de casi cinco kilómetros en torno a unas 125 hectáreas de la antigua ciudad medieval. Al no tener función defensiva, sino tan solo de control fiscal y sanitario, se trataba de un muro de mampostería sin torres ni almenas.
En los años siguientes, la población de Madrid seguiría creciendo exponencialmente, lo que obligaría al rey Felipe IV a establecer una nueva delimitación de la ciudad, que sería la última en la historia de la Villa.
La construcción de la Cerca de Felipe IV se finalizó en 1625. Su función era asegurar el cobro de peajes e impuestos aduaneros a las mercancías que entraban a la ciudad, controlar de la población y cerrar la ciudad en caso de epidemias. No contaba con barbacanas ni puestos militares.
Aquel muro de ladrillo y argamasa tenía un perímetro de trece kilómetros y contaba con cinco puertas principales: Puerta de Segovia, Puerta de Toledo, Puerta de Atocha, Puerta de Bilbao o Pozos de Nieve y por último la Puerta de Alcalá. Además constaba de catorce portillos: Vega, Vistillas, Gilimón, Campillo del Mundo Nuevo, Embajadores, Valencia, Campanilla, Recoletos, Santa Bárbara, Maravillas, Santo Domingo, Conde Duque, San Bernardino y San Vicente. Los portillos eran puertas de menor importancia que las de registro o reales.
Las puertas reales tenían horario de apertura y cierre: abrían al amanecer y cerraban, en invierno a las diez de la noche y en verano a las once. Pasado este horario, en caso necesario y muy justificado, un retén permitía el paso.
La Cerca de Felipe IV marcaba el límite máximo de la Villa de Madrid y no se permitía la construcción de casas ni ocupación fuera de la misma, lo que provocó que la ciudad creciera hacia adentro de manera comprimida... dando lugar a edificaciones de hacinamiento como las corralas.
Finalmente, en 1868 se decidió el derribo de esta última cerca para permitir el crecimiento de la urbe, permitiendo así la creación de los ensanches y nuevos barrios, como el de Chamberí o Salamanca.
Hoy, para para saber donde se encontraban sus puertas y portillos, es imprescindible consultar los planos del Madrid de la época, como el de Pedro Texeira de 1656, o la maqueta del Madrid de 1830 obra de León Gil de Palacio, que podemos disfrutar en el Museo de Historia de la capital. También podemos contemplar vestigios de la Cerca de Felipe IV en el número 91 de la Ronda de Segovia.
A pesar de que la ciudad de Madrid ha vivido rodeada casi toda su historia por murallas y cercas, el carácter abierto de su gente siempre ha sido una de sus señas de identidad y motivo de orgullo… siempre dispuesta a derribar muros en favor de la convivencia.