¿Sesión continua?
cines de barrio, ¿crónica de una muerte anunciada?
¿Quién no recuerda la primera vez que fue al cine? La sala, la película, los actores, las sensaciones… un ritual extraordinario que genera en nosotros recuerdos imborrables. El cine no es sólo uno de los grandes escenarios de nuestra infancia, también es protagonista de la memoria urbana de Madrid.
El 13 de mayo de 1896 tenía lugar la primera proyección del cinematógrafo en España, en los salones del antiguo Hotel Rusia, en la Carrera de San Jerónimo. A partir de ese momento, Madrid se convertía en la capital del cine: a la primera sala de exhibición, el Salón Maravillas, le seguirían el Cine Ideal, el Salón Doré, el Cine Callao y el Palacio de la Prensa.
El cine se convirtió en la nueva forma de ocio por excelencia y la mejor forma de socializar en la capital: para asistir había que arreglarse y vestirse bien para estar a la altura de la ocasión.
Las enormes salas del centro de Madrid se reservaban para la exhibición de películas de estreno que, dependiendo de su éxito, podían quedar en cartelera durante meses o incluso años. Estas, se anunciaban mediante vistosos carteles de dimensiones gigantescas, pintados a mano, que se colocaban en la fachada del cine. Los carteles de mayor tamaño eran los de los cines Avenida y el Palacio de la Música, en la Gran Vía. Hoy, esas pinturas artesanales han sido sustituidas por pantallas digitales.
A finales de los años 40 empezaron a proliferar las salas de cine en los barrios de Madrid. Estos cines de barrio eran locales modestos que se reservaban para los reestrenos: aquellas películas que dejaban de ser exhibidas en los cines de estreno. Eran los tiempos de la penosa posguerra en los que, por dos pesetas, los madrileños podían olvidarse durante horas de su cruda realidad gracias al cine.
Estas salas se solían construirse en solares entre dos bloques de viviendas y, por lo general, mostraban a la calle la fachada de entrada al cine. Las otras tres fachadas quedaban encajadas entre los demás edificios.
Eran los cines de sesión continua y programa doble en los que se proyectaban el NO-DO y dos películas, una tras otra, con un breve descanso. Al acceder a la sala un acomodador, linterna en mano, se encargaba de colocar a los espectadores en sus asientos. Mientras, un muchacho, vestido de botones, se paseaba por la sala con una bandeja de madera colgada al cuello ofreciendo chucherías. Cuando el timbre sonaba tres veces, las luces se apagaban poco a poco y se abría el telón para dar comienzo a la película.
En los años 70 del pasado siglo XX, Madrid llegó a tener 584 salas de cine, de las que hoy se conservan en activo menos de 40. La televisión, el vídeo, la piratería, la digitalización de las pantallas, la subida del IVA, las plataformas de streaming y los planes urbanísticos han obligado al cierre de multitud de salas míticas en Madrid, como el Cine Azul, el Bilbao, el Fuencarral, Rex, Tívoli, Lope de Vega, Bogart, Imperial, Cid… en favor de los multicines asociados a los centros comerciales de la periferia.
Otros cines pasaron a cumplir otras funciones, especialmente salas de fiestas, como los San Carlos, hoy discoteca Kapital; los Galileo, actual sala Galileo Galilei; el Carlos III, actual Platea Madrid, o estos antiguos Cines Barceló, obra del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, que constituye uno de los ejemplos de arquitectura racionalista más destacados de la capital y llegó a ser una de las salas cinematográficas más punteras de Europa, gracias a su magnífica acústica y a su cuidada iluminación, indirecta y progresiva, consistente en encender las luces de la sala de una manera gradual para no deslumbrar al espectador. Hoy es una conocida discoteca y sala de conciertos.
El cine es una ventana abierta a la aventura y la emoción, un refugio y una fábrica de sueños vinculada a la historia de nuestra vida. Cuando una sala se cierra no sólo pierden la cultura y el patrimonio arquitectónico de una ciudad, también perdemos los ciudadanos… conscientes de que “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia” (Blade Runner)