Aquí no hay quien viva
Casa de Tócame Roque, un vecindario de locos
¿Cómo recuerdas el hogar de tu infancia? Dependiendo del número de miembros, el ambiente podía ser más o menos relajado… Si fuisteis familia numerosa y el alboroto y la bulla solían derivar en caos, es muy posible que tus desesperados padres emplearan a menudo la frase “esta parece la casa de tócame Roque”. Más allá de una expresión castiza, la Casa de tócame Roque existió de verdad en Madrid y, por lo que sabemos, debió de ser todo un espectáculo. Una vez más, la realidad supera a la ficción.
La Casa de Tócame Roque fue una concurrida corrala ubicada, desde finales del siglo XVIII y hasta mediados del XIX, en el cruce de la Calle Barquillo con la de Belén, en pleno barrio chispero de Madrid. En ella habitaban unas 72 familias, en su mayoría herreros, que desarrollaban su trabajo en el patio de la corrala, que además servía de lavadero común, de tenderete para la venta de forja y de espacio para la tertulia para los vecinos. Esta corrala era célebre por las voces, las fiestas, el ruido y las riñas.
Una de estas disputas era la que mantenían Juan y Roque, dos hermanos que se disputaban la propiedad de la corrala por culpa de la redacción confusa del testamento paterno. Sus discusiones eran constantes y muy acaloradas: “Tócame, Roque”, gritaba Juan. “¡No! ¡Tócame a mí”, respondía Roque. Tan popular se hizo el conflicto que el inmueble acabó siendo conocido popularmente por los madrileños como la Casa de tócame Roque y dando lugar al dicho con el que hoy nos referimos a un lugar donde reina la pelea y el jaleo: “esto parece la casa de tócame Roque”.
A pesar de las habituales trifulcas entre sus vecinos, en mayo de 1808 decidieron aparcar sus diferencias y unirse para hacer frente al ejército francés. Este caserón sirvió de refugio a muchos madrileños, que salvaron sus vidas en el laberinto de entradas y corredores que conformaban la corrala.
El continuado impago de los alquileres y la falta de salubridad, llevaron a los propietarios a solicitar su derribo hacia 1850, con la intención de vender el solar. Pero los vecinos no estaban por la labor, y llegaron a amenazar de muerte al propietario y a acuartelarse en sus casas. El Ayuntamiento tardó más de un año en echar a todos los inquilinos, no sin antes haber formado el último gran revuelo de la historia de esta casa.
Fue tal la repercusión de aquella corrala a lo largo de los siglos que Don Ramón de la Cruz, Mesonero Romanos y Benito Pérez Galdós, entre otros literatos, llegaron a reflejarla en sus obras. Además, serviría de inspiración al pintor Manuel García Hispaleto para su cuadro de 1886 La Casa de Tócame Roque, que hoy se conserva en el Museo del Prado.
Aquella “leonera”, en la que las “marimorenas” estaban a la orden del día, reflejo del carácter de los “chisperos” y la “guasa” de los madrileños, desapareció fruto de la especulación inmobiliaria. Madrid perdía, una vez más, uno de los símbolos más populares de su genio castizo en favor del enriquecimiento de unos pocos.