Lobo de mar
don álvaro de bazán, el marino perfecto
España siempre ha sido cuna de intrépidos marineros al servicio de la nación y la Corona, lobos de mar que forjaron un Imperio y la hegemonía española sobre los océanos del globo. El mayor de todos ellos, el marino perfecto, tiene nombre y apellidos: Don Álvaro de Bazán.
Álvaro de Bazán y Guzmán (Granada, 1526 - Lisboa, 1588) nació en tierra firme, pero siempre fue hombre de mar. Su abuelo participó en la toma de Granada con los Reyes Católicos y su padre en la de Túnez con Carlos V. Con nueve años, el pequeño Álvaro corría por la cubierta de la nave capitana de su padre. A los doce participó en su primer combate, la batalla de Muros. Con sólo veintiocho años fue nombrado Capitán General de la Armada.
No solo fue un marino excepcional, sino también un gran estratega. Diseñó los buques de guerra españoles, los grandes galeones que dominarían los mares durante siglos. Estas naves eran demasiado grandes y de una maniobrabilidad reducida, pero poseían una potencia de fuego colosal. Además, su envergadura permitía transportar a numerosos infantes de marina de nuestros Tercios, el arma letal del ejército español. A Don Álvaro de Bazán le debemos, igualmente, la fundación de la legendaria infantería de marina, la más antigua del mundo, especialista en operaciones anfibias.
Fue uno de los responsables de la victoria en la batalla de Lepanto contra los turcos, diseñando la estrategia que a la postre daría la victoria al ejército español, y participó en la campaña de Portugal, conquistando la isla de Terceira y permitiendo a Felipe II subir al trono portugués. Fue nombrado Capitán General del Mar Océano y se le encargó preparar la primera expedición de la Armada Invencible, pero murió antes de poder emprender su misión.
En el centro de la Plaza de la Villa, en Madrid, se alza la estatua que Mariano Benlliure le dedicó en 1888, inspirándose en la de Carlos V, obra de Leone Leoni, expuesta en el Museo del Prado. Realizada en bronce, representa al marino vestido con media armadura y gesto enérgico. Apoya la mano izquierda en su espada y en la derecha porta una bengala de general. A sus pies, un yelmo y una bandera turca recuerdan la victoria en Lepanto.
Muy popular y admirado en su tiempo, sus hombres lo adoraban, como demuestran los poemas y elogios que Cervantes y Lope, que sirvieron a sus órdenes, le dedicaron.
El marino perfecto, militar avanzado a su tiempo y estandarte de un imperio en el que no se ponía el sol, murió habiendo sido cesado por Felipe II, enfadado porque la formación de la Armada Invencible que debía enfrentarse a los ingleses se retrasaba. Deshonrado y despreciado por el llamado “rey prudente”, don Álvaro de Bazán, héroe y orgullo de nuestra patria, dejaba una vez más este mundo con más pena que gloria, a la espera de que la Historia honre su memoria como realmente se merece.