Los tristes destinos
Isabel II, la reina destronada
El paso del tiempo nos demuestra que, en muchas ocasiones, la Historia no es del todo honesta con ciertos personajes. El contexto histórico, el entorno familiar y las capacidades personales influyeron muchas veces en las decisiones que señalaron a estas figuras… si es que en algún momento tuvieron la posibilidad de decidir. Isabel II fue la reina más difamada y ridiculizada de su tiempo en nuestro país, pero sólo el paso de los años nos permite calibrar cuántos errores de su confuso reinado pueden achacársele directamente a ella.
Isabel II es una de las reinas más populares de la Historia de España, protagonista ineludible de nuestro siglo XIX y último exponente de una forma de reinar, el absolutismo, en la que la vida privada y la política apenas se distinguían.
“La Reina Castiza” o “la de los Tristes Destinos”, como la bautizó Galdós, nació en Madrid el 10 de octubre de 1830. Fue la primera de las dos hijas de Fernando VII y María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, que nunca llegaron a tener hijos varones.
Antes de fallecer su padre, “el Rey felón”, promulgó la Pragmática Sanción por la que se derogaba la Ley Sálica que impedía el acceso de las mujeres al trono, permitiendo que Isabel fuera reina cuando todavía no había cumplido los tres años. Su madre, Maria Cristina, se mantuvo como regente hasta la mayoría de edad de la joven reina.
Este hecho provocó la sublevación del infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII y heredero al trono de España, dando lugar a las tres Guerras Carlistas que ensangrentaron al país a lo largo del siglo XIX y marcarían para siempre el reinado de Isabel II.
La infancia de la pequeña Isabel, marcada por una absoluta ausencia de afecto, atención, apoyo y seguridad por parte de su madre, marcaría para siempre su personalidad. La Regente María Cristina, interesada en mantenerse en el poder de una forma u otra, nunca se preocupó de la educación y preparación política de su hija, destinada a ser Reina de España, y la limitó a una formación basada en las tareas domésticas, la religión y el estudio del piano.
El 8 de noviembre de 1843, Isabel II fue declarada mayor de edad, con sólo trece años, y Reina de España. Se convertía en presa fácil de la manipulación partidista e interesada tanto de la Casa Real como del poder político.
Una de las primeras cuestiones de Estado que se vio obligada a asumir fue su propio matrimonio, el día de su decimosexto cumpleaños. Fue un matrimonio de conveniencia con su primo carnal Francisco de Asís de Borbón, cuya homosexualidad era vox populi… dando lugar a numerosas coplillas populares: “Isabelona, tan frescachona y don Paquito, tan mariquito”, cantaba el pueblo por las calles de Madrid.
El único punto en común de la Reina y su marido fue su afición por los hombres. Las malas lenguas situaban ya en la niñez de Isabel relaciones impropias de su edad con algunos de sus profesores y hasta con el político progresista Salustiano Olózaga.
Entre sus múltiples amantes estuvieron el general Serrano, el compositor Emiliano Arrieta, el capitán José María Arana o el capitán Enrique Puig Moltó, padre de Alfonso XII.
De los doce embarazos de la reina, en ninguno participó el rey Francisco de Asís, aunque a todos los hijos los reconoció legalmente… siempre a cambio de una generosa suma de dinero por hacer en público la presentación de cada uno de ellos.
Pero esta despreocupación política de la Reina chocaba con la corrupción política y la miseria instaladas en un país empobrecido y descontento. El 28 de septiembre de 1868, se producía el levantamiento de la Gloriosa Revolución, encabezada por los generales Prim y Serrano y el almirante Topete, que contó con un gran apoyo popular al grito de: “¡Mueran los Borbones!”
Este levantamiento supuso la salida de Isabel II a un larguísimo exilio en París que la convertiría en la única reina española que vivió más tiempo en el exilio que en el trono. No obstante, desde su destierro, la reina hizo todo lo posible para que su hijo Alfonso XII recuperara el trono de España, como así sucedió en el año 1874, dando lugar a una nueva etapa en la monarquía española: la Restauración borbónica.
Curiosamente, durante su exilio Isabel II recibió la visita de uno de los mejores cronistas en la historia de España, Benito Pérez Galdós, que realizó a la Reina depuesta una entrevista en 1902. Galdós utilizó este valioso material para escribir los volúmenes “Narváez” y “Bodas reales” de sus Episodios Nacionales, así como para un reportaje, publicado en el diario “El Liberal” el 12 de abril de 1904. Cuatro días después Isabel II fallecía en París, al no poder superar las secuelas de una fuerte gripe.
Su féretro, cubierto con la bandera de España, viajó con honores de Reina hasta el Panteón Real de El Escorial. En su testamento dejaba la petición para su nieto Alfonso XIII de que contara a todos que Isabel II había muerto amando a España.
Hoy esta estatua, réplica de la original que José Piquer realizó en bronce y fue destruida durante la Segunda República, recuerda a la Reina destronada en la madrileña plaza que hoy lleva su mismo nombre.
La época Isabelina es un ejemplo de cómo el entorno de una reina incompetente se repartió el gobierno de una nación en descomposición y una muestra más de cómo España involucionó tras haber sido potencia mundial. Pero quizá también de cómo la Historia juzga con severidad a una soberana que nunca estuvo preparada para serlo ni pudo elegir su triste destino… y que, quizá, pagó el precio de querer ser una mujer libre en pleno siglo XIX.