Si yo fuera rico...

Monumento a Lucas Aguirre. Madrid, 2021 ©ReviveMadrid

Monumento a Lucas Aguirre. Madrid, 2021 ©ReviveMadrid

Lucas Aguirre: filántropo por vocación

Cuando los objetivos económicos personales y familiares están más que cubiertos y cuando las aspiraciones empresariales han alcanzado cualquier cima imaginable… ¿qué objetivo puede quedarte en la vida? Para muchas personas, una vez alcanzados ambas, la siguiente meta es devolver lo recibido a la sociedad, mejorando el mundo que les rodea. Son los llamados filántropos, un perfil humano que tuvo su máximo exponente en el Madrid del siglo XIX con personajes como Lucas Aguirre, cuya labor altruista permitió el desarrollo de la educación popular en nuestro país.

La filantropía fue uno de los conceptos claves de los valores de la Ilustración que se difundió en España junto con ella desde el segundo tercio del siglo XIX.

Mientras que “caridad” era una palabra que había sido empleada desde época antigua, siempre vinculada a la religión, el nuevo concepto de “filantropía” definía la compasión por amor a la humanidad y la conciencia de la dignidad y el derecho de los desfavorecidos, separada de la compasión cristiana.

La laicidad de la filantropía fue muy criticada en la sociedad española de la época, no sólo por sus motivaciones sino también por sus fines. Los críticos de la filantropía consideraban que ésta tan sólo se ocupaba de las necesidades materiales del ser humano, sin tener en cuenta que este también tiene unas necesidades espirituales que deben ser cubiertas por la caridad cristiana.

La sociedad madrileña del siglo XIX comenzó a valorar positivamente las acciones filantrópicas y esto incentivó a su realización por parte de los miembros más ricos de la sociedad. Las acciones filantrópicas comenzaron a ser consideradas un rasgo más de prestigio social que distinguía a los miembros pertenecientes a un determinado estrato.

Para beneficiarse de la caridad, los pobres debían respetar la jerarquía que imponía un sistema de beneficencia que en ningún caso pretendía una transformación radical de la estructura social en la que los pobres dejaran de serlo, sino que aceptaba su existencia casi como la forma de cumplir con el precepto cristiano de la caridad por parte de los ricos.

A su vez, para las clases media y alta participar en las acciones caritativas implicaba el reconocerse como tal, en una época en la que las clases sociales del Antiguo Régimen habían desaparecido y era necesario crear unas nuevas.

La filantropía se convirtió en un rasgo de diferenciación y de justificación ante una opinión pública que acababa de aparecer en escena, mediante el cual los nuevos ricos podían intentar dar el salto a una clase social superior. Esta valoración social sería muy característica de la actividad filantrópica en el Madrid del último tercio del siglo XIX.

Muchas de las actividades relacionadas con este “dar para ser vistos” fueron llevadas a cabo por mujeres coincidiendo con festividades, como por ejemplo las rifas benéficas durante las Navidades, las fiestas patronales o las corridas de la beneficencia, convirtiéndose la caridad en un elemento de sociabilidad y en una competición lúdica entre ricos.

La visión de la filantropía por parte de la sociedad madrileña enlazó también con la función social de la riqueza en el siglo XIX. Según cómo hubieran conseguido su riqueza, algunos adinerados consideraban que habían contraído una deuda con la sociedad en la que habían hecho fortuna.

En España, la implantación del Estado liberal a lo largo del siglo XIX implicó el desmantelamiento del sistema de caridad del Antiguo Régimen. Desde entonces, dos fueron las formas de afrontar el problema de la pobreza en España.

Por una parte, muchos intelectuales de la época, basados en las ideas de la Ilustración, consideraban obligación del Estado atender una serie de necesidades sociales.

Por otra, surgieron iniciativas particulares con las que hacer frente a las múltiples necesidades no atendidas por el Estado y aliviar las evidentes necesidades de una sociedad pobre y atrasada. Dentro de estas iniciativas particulares, destacará la labor filantrópica de Lucas Aguirre en el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX.

Lucas Aguirre Juárez nació en Cuenca el 18 de octubre de 1800.

Su padre, Andrés Aguirre, creó en la ciudad manchega un próspero negocio de ferretería en el que trabajaba toda la familia. Pronto, el éxito cosechado por el esfuerzo familiar les permitió expandirse a la fabricación y comercialización de tejidos.

Con los beneficios fue adquiriendo molinos, huertas, terrenos e inmuebles, gracias a la facilidad de compra propiciada a raíz de la Desamortización de Mendizábal de 1836. Andrés llegó a obtener incluso el servicio de diligencias y correos entre Cuenca y Madrid.

La riqueza generada por el éxito de sus negocios incorporó a la familia Aguirre a la alta burguesía conquense, de corte ilustrado, liberal y progresista.

Lucas, el pequeño de cinco hermanos, no sólo estrenó siglo, sino también los vaivenes políticos e ideológicos del complejo XIX español, empezando por la Guerra de la Independencia, que le acompañaron durante toda la vida.

Desde adolescente vivió la lucha entre absolutistas y liberales. Masón y librepensador de indudable signo liberal, frecuentó sus reuniones clandestinas y participó en manifestaciones y luchas contra cualquier forma de absolutismo, hasta el punto de sufrir persecuciones, cárcel y represión.

En 1832 fallecía su madre, Inés Juárez, y en los años sucesivos tres de sus hermanos mayores. En 1856 perdía a su padre y en 1859, el único hermano que todavía le quedaba se suicidó.

Lucas Aguirre, soltero y ya casi sexagenario, se quedó solo. Los dolorosos recuerdos de su maltrecha familia le impulsaron a dejar Cuenca e instalarse en Madrid, donde iniciaría una intensa militancia ideológica, colaborando con lo más granado de la cultura y de la política liberal del momento.

En la capital, además, entraría en contacto con el Krausismo, que se convertiría en marco de referencia de su pensamiento desde entonces.

El Krausismo supuso, en la España de la segunda mitad del siglo XIX, una reivindicación de la experiencia y de la razón frente a la vieja filosofía… una apuesta por la tolerancia y el liberalismo en la cultura frente al dogmatismo, al fanatismo y al absolutismo.

Este movimiento significó no solo un nuevo modo de pensar, sino también de vivir, y entrañó una nueva labor pedagógica basada en el amor por la verdad, la fraternidad universal, la búsqueda continua del conocimiento científico y la defensa de una nueva visión del hombre como centro del universo, que años más tarde continuaría la Institución Libre de Esnseñanza.

Aguirre apostó por la educación como “medio de evitar los desastres de que están amenazadas las sociedades”, a través de una enseñanza progresista, tolerante, liberal y filantrópica.

Su “filantropismo pedagógico” creía en la bondad natural del niño y apostó por la creación de "escuelas populares" para promover la formación y felicidad de las clases más desfavorecidas.

Las Escuelas Aguirre serían centros de enseñanza útil en los que se “aprendería jugando”, talleres donde se preparara a los niños para la vida práctica y no lugares de aprendizaje formalista y verbalista; se eliminaría la disciplina basada en la represión y el autoritarismo, sustituyendo los castigos por el amor como medio educativo y por el estímulo; primaría la neutralidad religiosa; se dignificaría la profesión del maestro y se potenciarían las condiciones sanitarias de los niños, la higiene y la educación física.

La pedagogía de Lucas Aguirre defendió a ultranza el derecho de la mujer a recibir educación, muy limitado hasta aquel momento, ya que según él “la importancia de la mujer es tal que las naciones más ricas son aquellas en que la educación de la mujer está más extendida y perfeccionada”.

Además, fomentó la motivación y el mérito, creando becas-premio que recibirían aquellos niños y niñas que se hubieran distinguido por su inteligencia y aprovechamiento, e impulsó la participación democrática en el proceso educativo, haciendo que los usuarios de sus escuelas participaran en el gobierno de las mismas.

Lamentablemente, de las tres Escuelas Aguirre que fundó en España, el filántropo conquense sólo llegó a conocer en vida la de Siones (Burgos). Tras su muerte en 1873, se inaugurarían por vía testamentaria las Escuelas Aguirre de Madrid, en 1886, y las de Cuenca, en 1887.

Las Escuelas Aguirre de Madrid, en plena Calle de Alcalá, frente al Parque del Retiro y hoy sede de la Casa Árabe, fueron pioneras en la escolarización y enseñanza de niños con pocos recursos en la capital. En su patio de acceso se encuentra actualmente este busto, que nos recuerda la labor filantrópica de su fundador.

Pese al papel relevante que los filántropos han desempeñado históricamente en nuestro país, como alivio de muchos problemas y carencias sociales, su figura en España es aún poco conocida y tiene todavía mucho que recorrer en comparación con otros países, como Estados Unidos… donde en los últimos tiempos, en plena pandemia, muchos de sus grandes filántropos han contribuido con sus fortunas a detener la propagación del COVID-19 y disminuir su impacto en todo el mundo.

Con independencia de los fines perseguidos, la filantropía ha desarrollado y sigue desarrollando una función social muy importante… y es que todos podemos ser filántropos en la medida de nuestras posibilidades, a través de pequeñas donaciones para ayudar a causas que pueden hacer de nuestro mundo un lugar mejor.

Lucas Aguirre Juárez (Cuenca, 1800- Madrid, 1873)

Lucas Aguirre Juárez (Cuenca, 1800- Madrid, 1873)

El día que la mujer reciba la educación que su inteligencia merece, con arreglo a su posición y ocupe en la sociedad el puesto a que tiene derecho, como madre y como primera maestra de sus hijos, en ese día el género humano se verá libre de la vergonzosa tutela en la que hoy está, y los zánganos que se regalan con la rica miel de sus afanes, habrán desaparecido
— Lucas Aguirre Juárez


¿cómo puedo encontrar el busto de lucas aguirre en madrid?