Las reglas del juego
Constitución de 1812: ¡viva la pepa!
Hoy en día nos parece lo más normal del mundo ser llamados ciudadanos, poder votar para elegir a nuestros gobernantes, expresar y publicar nuestras ideas, estudiar y contar con autonomías que velan por nuestros derechos como comunidad, ¿verdad? Pues debes saber que, hasta hace doscientos años, los españoles éramos simples vasallos cuyos derechos estaban limitados por el poder exclusivo de la monarquía… una situación que cambió con la redacción de la Constitución de 1812, “La Pepa”, una novedosa Carta Magna que estableció derechos hasta entonces desconocidos.
En el tiempo que transcurrió entre la Guerra de la Independencia de 1812 y el referéndum de 1978 se enmarcan las siete constituciones que ha tenido España hasta el momento, cada una de ellas fiel reflejo de las convulsiones políticas y sociales por las que atravesó nuestro país en los dos últimos siglos.
El siglo XIX en España fue uno de los más complejos, turbulentos e inestables de su Historia… cien años que podemos recorrer y explicar a través de sus constituciones.
La firma del Tratado de Fontainebleau en 1807 por parte de Manuel Godoy, ministro del rey Carlos IV, había permitido la entrada de las tropas francesas en España para invadir Portugal. El pueblo, furioso, se alzaba en el famoso Motín de Aranjuez, con el que daba comienzo un siglo marcado por las revueltas sociales.
Las tropas francesas ocupaban Madrid mientras Fernando VII y Carlos IV abdicaban en Bayona en favor de Napoleón. El emperador colocó en el trono español a su hermano José, a la vez que aprobaba el Estatuto de Bayona de 1808… que formalmente podría considerarse ya una Constitución, a pesar de haber sido impuesta desde fuera del territorio nacional.
En aquellos días se produciría el levantamiento del pueblo contra los invasores, el Dos de Mayo de 1808, dando comienzo a la Guerra de la Independencia española.
Con el estallido de la guerra se generalizó el rechazo hacia el nuevo gobierno francés, con José Bonaparte a la cabeza como rey de España y de las Indias. El pueblo español comenzó a organizarse a nivel local y provincial mediante Juntas que, por vez primera, fueron capaces de reunir a los diferentes grupos sociales por un bien común.
Estas Juntas pasaron a coordinarse a nivel nacional a través de la creación, en Aranjuez, de una Junta Central, en septiembre de 1808. Dos años después, el desarrollo de la guerra obligaba a trasladar esta Junta a la Isla de León (la actual San Fernando), única localidad española junto a Cádiz inexpugnable para el ejército francés.
Después de trasladarse a la capital gaditana, la Junta Central convocaba las Cortes en 1812, con el objetivo de establecer una Constitución formal.
Las sesiones de votación, llevadas a cabo en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, no estuvieron exentas de polémica, debido a las opiniones opuestas de los representados, que se dividían, básicamente, en cuatro grupos:
Absolutistas: se negaban a cualquier cambio de régimen. Defendía que, al regreso de Fernando VII, el rey recobraría el poder absoluto.
Realistas: eran partidarios de que, una vez reinstaurado, el monarca gobernara junto con las Cortes.
Liberales: impulsaban un verdadero cambio político, a base de reformas radicales, inspiradas en la Revolución Francesa.
Afrancesados: aquellos que durante la ocupación francesa juraron fidelidad a los invasores y colaboraron con ellos. Finalmente se impusieron los partidarios de las ideas liberales más avanzadas.
La Constitución fue promulgada el día de la festividad de San José, 19 de marzo de 1812… de ahí que en adelante se conociera popularmente con el nombre de “La Pepa”.
Esta primera Carta Magna española fue una de las más avanzadas de la época. Introdujo en España principios como la soberanía nacional, la limitación del poder real, la separación de poderes y el sufragio universal masculino.
La religión católica se estableció como la única permitida y se aprobó la abolición de la Inquisición.
La libertad de imprenta fue otra de sus grandes conquistas y se obligó a crear escuelas de primaria en todos los pueblos de España, donde se impartirían los mismos contenidos, con los mismos métodos y prohibiendo los castigos físicos.
“La Pepa” se convertía en la primera Constitución de España y la tercera del mundo, después de las de Estados Unidos, de 1787, y Francia, de 1789. Además, influyó en muchas de las constituciones de las antiguas colonias españolas americanas, así como en Portugal e Italia.
La noticia corrió como la pólvora por toda España y las provincias se fueron sumando a la celebración en la medida en que lo permitía la ocupación francesa.
Surgió incluso un lenguaje alegórico que permitió explicar y propagar a todo el país los nuevos ideales surgidos en Cádiz, con artimañas que hicieran llegar de manera secreta el nuevo texto constitucional a los territorios ocupados por el ejército francés.
Un ejemplo fueron las llamadas “polveras constitucionales”, como estas que podemos encontrar en el Museo del Romanticismo, gracias a las cuales el contenido de la recién nacida Constitución llegó a la capital en 1812.
Se trataba de pequeñas cajas redondas de metal que contenían en su interior el texto íntegro de “La Pepa”, en pequeñas y finísimas hojas circulares. De esta manera, las damas gaditanas lograron sacar de Cádiz copias de la Constitución escondidas como si fuesen polveras.
En 1814, con la retirada de los franceses, los diputados se trasladaron a Madrid con la esperanza de que lo acordado en Cádiz se consolidara en un país ya pacificado… pero su aplicación real iba a ser muy complicada.
Nada más regresar a España, el rey Fernando VII derogó la Constitución con la consiguiente vuelta al sistema absolutista, dando lugar a una nueva etapa marcada por el poder del “Rey felón”: el Sexenio Absolutista (1814-1820).
El 1 de enero de 1820 se producía el pronunciamiento militar de Rafael del Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla). El éxito de este levantamiento obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, pronunciando su famosa frase “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional…” e inaugurando el período conocido como Trienio Liberal (1820-1823).
La reinstauración del régimen liberal estuvo plagada de dificultades, empezando por la escasa voluntad hacia el nuevo gobierno de Fernando VII… quien, en secreto, negociaba con la Santa Alianza y los Cien Mil Hijos de San Luis la invasión de España y la restauración del sistema absolutista.
Comenzaba una nueva y triste etapa para nuestro país… la llamada Década Ominosa (1823-1833). Se derogó nuevamente la Constitución y los liberales más destacados corrieron un triste destino: algunos como Riego, fueron apresados y condenados a muerte, otros, más afortunados, partirían al exilio.
A partir de ese momento, y durante un siglo y medio, seis nuevas Constituciones verían la luz en nuestro país, en los años 1837, 1845, 1869, 1876, 1931 y 1978. Todas ellas tomaron como inspiración a “La Pepa”, icono de libertad e igualdad social en el imaginario popular, a pesar de sus dos grandes sombras: no aludía por ninguna parte a los derechos de las mujeres ni a la abolición de la esclavitud en América.
Hoy, más de dos siglos después de que se promulgara nuestra primera Constitución, hay que reconocer a aquellos diputados, con sus errores y aciertos, el mérito de haber hecho frente a las preguntas y cuestiones que les planteaba su tiempo, con el objetivo de construir una sociedad más justa y equitativa… un gran honor pero también una gran responsabilidad… y la base de unos valores que los españoles del siglo XXI deberíamos recordar y preservar.