El hogar del pensamiento
ateneo de madrid, un club de fans de la cultura
¿Imaginas si al intentar entrar en un local los porteros fueran Diego Velázquez, Alfonso X y Miguel de Cervantes ? Diría mucho de qué tipo de clientela frecuentara ese lugar ¿verdad? Pues bien, existe un espacio en Madrid en el que estos genios custodian una casa de eruditos que aglutina la cultura de la capital desde 1820, se trata del Ateneo y entre sus paredes se esconde gran parte de la Historia de España. Un club de fans de la cultura y el debate que ha formado parte de la vida de Madrid desde hace más de 200 años.
Los primeros Ateneos surgieron como un desmembramiento de las Sociedades Económicas de Amigos del País, con el denominador común del liberalismo, entendido como doctrina filosófica y política, que exaltaba la libertad como principio de toda convivencia civilizada.
En los Ateneos se fomentaba la libre discusión de las ideas acorde con el principio ilustrado “de la libre discusión nace la luz”, aplicado sin cortapisas de ninguna clase.
El Ateneo de Madrid se fundó el 14 de mayo de 1820, bajo el amparo liberal que se instauró tras el golpe de Estado del coronel Rafael del Riego y la jura de Fernando VII a la Constitución de 1812.
Con el propósito ilustrado de poder debatir y hablar de literatura, ciencia y arte, casi un centenar de intelectuales fundaron el que sería el tercer Ateneo del mundo, tras los de Londres y Boston.
Inicialmente su sede madrileña fue el palacio de su fundador, el Duque de Rivas, en la Calle de la Concepción Jerónima, y posteriormente se trasladó al palacio del Conde de Tepa, en la plaza del Ángel.
Tras la irrupción de los Cien Mil Hijos de San Luis en Madrid para restaurar el absolutismo de Fernando VII, el Ateneo se vio obligado a exiliarse a Londres y no volvería a Madrid hasta la muerte del monarca y la llegada de Isabel II, con un gobierno más liberal, con el que se generaron las condiciones adecuadas para que la institución se refundara en 1835, de la mano del Marqués viudo de Pontejos y bajo el nombre de Ateneo Científico, Literario y Artístico.
En esta ocasión se instalaría en un local de la Calle Montera, donde permanecería durante cuarenta años hasta que, en 1884 se trasladara a este edificio de la Calle del Prado, inaugurado por el rey Alfonso XII y donde a día de hoy permanece.
Por sus puertas accedieron no sólo los personajes más importantes de finales del siglo XIX y principios de XX, sino también las ideas, los valores que ellos portaban: los derechos humanos, la Institución Libre de Enseñanza, el krausismo, la abolición de la esclavitud y, en definitiva la Ilustración.
Desde que, en 1836, fuera elegido como primer socio Mariano José de Larra, por esta institución han pasado las primeras figuras de la literatura, la ciencia, el arte y la política de nuestro país, como Mesonero Romanos, José Echegaray, Marcelino Menéndez Pelayo, Joaquín Costa, Santiago Ramón y Cajal, Manuel de Falla, Azorín, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, Gregorio Marañón, Joaquín Albéniz, Joaquín Sorolla, Vicente Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán, la primera mujer aceptada en la institución, o Miguel Hernández… último cuadro colgado en su excepcional galería de retratos ilustres.
Entre sus visitantes más ilustres Albert Einstein, Marconi y Marie Curie honraron a esta vetusta institución, al frente de la cual llegaron a estar hasta diez presidentes de gobierno, como Antonio Cánovas del Castillo y Manuel Azaña.
Otro de sus ilustres presidentes, Ramón María del Valle-Inclán fue el único que se trasladó a vivir allí con toda su familia porque no tenía dinero para instalarse en otro lugar.
Se dice que entre sus paredes se esconde un pasadizo secreto que une el Ateneo con el Congreso de los Diputados, a solo un par de calles de distancia, y que era empleado por muchos oradores para llegar hasta esta institución y proseguir sus discusiones tras los plenos en el hemiciclo.
La sala donde se celebraban las tertulias, se conoce como “la cacharrería”, debido a que algún debate acalorado acabó con los participantes tirándose los cacharros a la cabeza.
Y es que el nivel de los debates celebrados por los intelectuales en el Ateneo de Madrid, para que os hagáis una idea, llegaba hasta a deliberar sobre la existencia de Dios, sometiéndolo a una votación. El resultado de la votación fue, por sólo un voto de diferencia… ¡que Dios no existía! ¿Os imagináis un debate así hoy en día?
Todos estos intelectuales ateneístas crearon un poso de difusión cultural que se recoge en los 500.000 ejemplares de su biblioteca, conocida como “la pecera”… una de las más hermosas y acogedoras de Madrid y la biblioteca privada más importante de España, con ejemplares únicos y primeras ediciones.
La llegada del general Primo de Rivera en 1924 supuso un freno a esta efervescencia cultural. La dictadura acabó con los nombramientos democráticos en una etapa de oscuridad intelectual. La labor del Ateneo sólo volvería a ver la luz durante el período republicano, bajo la presidencia de Manuel Azaña, del 18 de junio 1930 al 30 de mayo de 1932.
La Guerra Civil y la posterior dictadura de Francisco Franco dieron inicio a otro periodo sombrío en la historia de la institución. La actitud republicana y abiertamente antifascista del Ateneo le granjeó la enemistad del régimen franquista, que cambió el nombre de la institución por el de “Aula de Cultura”, pasando a ser administrada directamente por la Falange Española Tradicionalista.
La esencia del “ateneismo”, entender la vida como una interminable tertulia, es la máxima expresión del gusto hispano por la conversación… una vocación arraigada en el carácter de los españoles que nos lleva a iniciar charlas y debates en nuestros improvisados “Ateneos” como los cafés y las tabernas, manteniendo viva el alma de una institución que nos incita a compartir cultura y a ser conscientes de que aprender no es un acto individual sino colectivo.