El mundanal ruido
calle del arenal… silencio, por favor
La contaminación atmosférica es una de los problemas que mayor debate generan hoy en las grandes ciudades, pero… ¿qué pasa con la contaminación acústica? ¿Cómo y hasta qué punto nos afecta en nuestro día a día? El tráfico es el causante de más del 80% de la contaminación acústica de Madrid. Tratar de reducir las molestias que esta situación ocasiona a los ciudadanos es uno de los objetivos de sus gobernantes desde la designación de la Villa como capital. Para lograrlo se ha recurrido a todo tipo de sistemas, algunos tan imaginativos como los empleados en la Calle Arenal hace poco más de un siglo… pero de resultados decepcionantes.
Hubo un tiempo en el que por el trazado de esta popular vía madrileña discurría un arroyo que nacía en el barranco de la Zarza, actual Puerta del Sol, y pasaba por la Plazuela del Barranco, actual Plaza de Isabel II. Durante los meses de verano, la sequía provocaba que el arroyo se convirtiera en un camino arenoso, del que derivaría el futuro nombre de Calle del Arenal.
Este arenal separaba dos de los arrabales más antiguos de la primitiva villa medieval: el de San Ginés y el de San Martín. Cuando se comenzó la urbanización de ambos arrabales para convertirlos en barrios, los escombros resultantes sirvieron para asentar los terrenos de la futura Calle del Arenal. En esta zona, durante el siglo XVI, comenzaron a establecerse los artesanos dedicados a la metalurgia, a los tejidos y cueros, que posteriormente darían lugar a las actuales calles Tintoreros, Bordadores, Coloreros, Herradores, etc.
Con la llegada de los Borbones, en el siglo XVIII, la Calle del Arenal se convertiría en una de las principales arterias de Madrid, lo que aprovecharía la burguesía para establecer en esta zona sus palacios.
Durante la segunda mitad del XIX, su entorno se llenó de hoteles y casas de viajeros, convirtiéndose en una de las calles más concurridas de la capital y con mayor tráfico rodado en la época. Esta circulación ininterrumpida comenzó a convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para los vecinos. El ruido de los carruajes, cuyas ruedas llevaban llantas de hierro, y las herraduras de los caballos, se había convertido en la banda sonora de los residentes y comerciantes de la zona.
El pavimento que se utilizaba por aquel entonces en el centro de Madrid, a base de granito y adoquines, tampoco ayudaba a absorber el ruido, por lo que el Ayuntamiento de la Villa comenzó a buscar alternativas.
En mayo de 1888 el Consistorio dio luz verde al entarugado de la Calle del Arenal, o lo que es lo mismo, la utilización de madera como pavimento. Este método reducía notablemente el ruido que producían las ruedas de los carros y los cascos de los caballos en comparación con el adoquinado anterior, sin embargo, con la lluvia, los carros comenzaron a resbalarse y fue necesario esparcir arena sobre el entarugado para evitar el caos.
Las maderas absorbían la humedad y la suciedad, convirtiéndose en fuente de gérmenes y desprendiendo muy malos olores en verano. Además, las cambios de temperaturas hacían que las maderas se astillasen y los gastos en reparaciones se disparasen, por lo que, finalmente, se decidió probar un nuevo método.
El 3 de febrero de 1896 se aprobaba una inaudita propuesta para reducir el molesto ruido en las calles: pavimentar las calzadas con corcho. La Calle del Arenal serviría de conejillo de indias: si este método eliminaba el ruido, se podría extender al resto de calles de Madrid.
Contra todo pronóstico, en un primer momento el corcho superó el examen con creces y los vecinos y comerciantes de la zona celebraron la medida. Sin embargo nuevamente, con la llegada de la lluvia, el corcho no pudo soportar las pisadas de los animales ni el paso de los carros y acabó por deshacerse.
Las autoridades asumieron su fracaso, ordenaron devolver a la Calle del Arenal su aspecto original y a los ciudadanos su molesto ruido… un suplicio acústico que les acompañó hasta la peatonalización de la vía en 2006.
El ruido del tráfico se encuentra entre los factores medioambientales con mayor impacto en nuestra salud, aumentando el riesgo de mortalidad y de que se produzcan nacimientos prematuros, produciendo estrés, mermando nuestra capacidad de descanso y potenciando cuadros depresivos. El trato y la importancia que se da al ruido dice mucho de una sociedad… una sociedad avanzada debe estar preparada para exigir silencio.