Atrapados en la red
La Red de San Luis. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid
red de san luis, punto de encuentro en madrid
En ocasiones, para que emergan nuevos símbolos, es necesario acabar con los antiguos. La construcción de la Gran Vía en Madrid, a principios del siglo XX, acabó con un patrimonio arquitectónico del que hoy tan sólo nos quedan recuerdos. Algunos de estos espacios desaparecidos, como la Red de San Luis, siguen estando presentes en el imaginario colectivo gracias a su personalidad.
Aunque al principio es complicado de entender para todos aquellos que, no siendo madrileños, llegamos a la capital, la Red de San Luis no da nombre a ninguna calle o plaza física, sino al ensanchamiento de la Calle Montera en su unión con las calles Fuencarral y Hortaleza. Este cruce de caminos fue, desde su origen y hasta nuestros días, un lugar tan concurrido como heterogéneo, en el que convivían nobles, pícaros y meretrices.
Allí se encontraba una de las siete puertas principales de la cerca construida en tiempos de Felipe II para sustituir a la primitiva Cerca del Arrabal y ampliar el recinto amurallado de Madrid, una puerta que daba salida a los caminos de Fuencarral y Hortaleza.
En este lugar se ubicaron, durante los siglos XVII y XVIII, las casetas de panadería que los obradores instalaban junto a la antigua iglesia de San Luís Obispo de la Calle Montera. Estos puestos se tapaban con redes para evitar el robo del pan, de donde deriva el nombre de Red de San Luis con que se conoce este tramo de la Gran Vía madrileña.
La iglesia de San Luis Obispo fue uno de los edificios más característicos del paisaje de la capital. A ella acudía diariamente a escuchar misa un joven Miguel de Unamuno, vecino de la Red de San Luis, durante su estancia Madrid entre los años 1880 y 1884 para estudiar la carrera de Filosofía y Letras.
Un 13 de marzo de 1935, en el contexto previo al estallido de la Guerra Civil, esta iglesia fue expoliada e incendiada. A pesar de los destrozos, su fachada barroca pudo salvarse y fue trasladada a la cercana Iglesia del Carmen, donde hoy podemos contemplarla, en la fachada que da a la Calle de la Salud, coronada por la escultura de San Luis en recuerdo de su primitiva advocación.
En este punto de gran concurrencia, existió desde época antigua una primitiva fuente de la que se surtían los aguadores y en la que abrevaban las caballerizas. En 1832, fue sustituida por la Fuente de Isabel II, también llamada Fuente de los Galápagos, construida para conmemorar el nacimiento, en 1830, de la hija de Fernando VII y futura reina de España. Esta fuente se encuentra hoy día en el Parque del Retiro.
En sus novelas La Desheredada y Fortunata y Jacinta, Benito Pérez Galdós se refiere a la afluencia de personas habitual en esta zona. El escritor fue uno de sus más asiduos paseantes, ya que en el número 22 de la contigua Calle Montera se encontraba uno de sus rincones favoritos, el antiguo Ateneo, que posteriormente se trasladaría a su ubicación actual en la Calle del Prado.
Las obras de la Gran Vía, iniciadas en 1910, permitieron que la Red de San Luis se descongestionara del creciente tráfico de la capital. Su protagonismo sería aún mayor al instalarse en esta plazoleta uno de los accesos de la primera línea del Metro de Madrid, inaugurada en 1919. A ella se accedía a través de un magnífico templete de granito, metal y cristal, obra del arquitecto Antonio Palacios que estuvo en funcionamiento hasta 1970.
A lo largo de la historia de la capital, la Red de San Luis ha combinado palacios, mercados, fuentes, iglesias, templetes e incluso la primera red de Metro activa en España. Un espacio heterogéneo y emblemático del paisaje madrileño, que ha sabido adaptarse a los tiempos y aún conserva su carácter de punto de encuentro de turistas y madrileños... todos ellos atrapados en esta red de contrastes de la que nadie quiere escapar.
Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936)
“En un lugar de La Mancha, cuyo nombre es Madrid, está asentada la capital oficial de España”
