¿Ciencias o letras?
Gabinetes de maravillas, origen de los museos
¿Estás harto de que los amigos te tachen de friky por la afición a coleccionar souvenirs de tus viajes? Una muñeca rusa, un gato chino, unas babuchas marroquíes, un sombrero mexicano… Tranquilo, intenta convencerles de que, en realidad, posees un gabinete de maravillas.
Los gabinetes de maravillas o curiosidades, fueron espacios en los que los nobles y eruditos europeos de los siglos XVI, XVII y XVIII coleccionaban objetos exóticos provenientes de todos los rincones del mundo conocido para deslumbrar a quien visitara su casa, poniendo de relieve su talla como anfitrión.
Los gabinetes de maravillas tuvieron gran importancia en el avance científico moderno y se llegó a organizar una red de gabinetes que comparaban a los animales, minerales, plantas y fósiles que llegaban desde las tierras recién descubiertas.
Entrar en uno de estos espacios era adentrarse en un mundo paralelo donde uno podía encontrar todo tipo de maravillas: colecciones de fósiles, minerales, insectos, animales disecados, material quirúrgico, obras de arte, especímenes inclasificables, esqueletos o piezas arqueológicas procedentes de los confines del mundo. Además, solían reservar un espacio para exponer autómatas y otro para creencias populares, donde se podían encontrar elementos tan peculiares como sangre de dragón o esqueletos de seres míticos.
A finales del siglo XVIII, con la llegada de la Ilustración, estos gabinetes comenzaron a abrirse al público en general con el objetivo de instruir a la sociedad. Muchos fueron adquiridos por instituciones públicas y constituyeron el germen de los actuales museos, en particular de los museos de Historia Natural.
En España, el más destacado fue el Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III, basado en las colecciones que don Pedro Franco Dávila había reunido durante más de catorce años, incluyendo valiosas obras de arte. Estas colecciones supusieron un gran impulso para la ciencia española, en una época de grandes expediciones científicas que sirvieron para conocer la diversidad del mundo natural y ayudar a clasificarla.
Con el tiempo, este Gabinete constituyó el germen de varios de los museos maravillosos que actualmente podemos disfrutar en la capital: el Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de América y el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Este Museo Nacional de Ciencias Naturales compartió, en origen, edificio con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Con el tiempo se edificó para acoger sus colecciones el edificio de Juan de Villanueva que acabaría siendo el Museo del Prado, aunque nunca llegarían a ocuparlo. Posteriormente pasó por otros lugares, como los sótanos de la Biblioteca Nacional, hasta llegar, en 1910, a su sede actual.
Hoy, nuestro Museo Nacional de Ciencias Naturales, trabaja para divulgar la ciencia, concienciar sobre la importancia del cambio climático o de la conservación de la biodiversidad, crear vocaciones científicas y aumentar la cultura científica España… para recordarnos cada día que, efectivamente, la ciencia también forma parte de la cultura.