El dúo dinámico
Los hermanos Álvarez Quintero y el casticismo andaluz
Los españoles solemos definirnos unos a otros por estereotipos en función de las comunidades autónomas donde hayamos nacido, ¿verdad? Andalucía es probablemente la región a la que más pesan estos tópicos, que derivan en gran parte del gusto por el costumbrismo andalucista desarrollado en el siglo XIX.
Andalucía fue en el siglo XIX el lugar más visitado de España por los llamados “viajeros”, antecesores de los turistas. Franceses e ingleses extendieron, dentro y fuera de nuestras fronteras, una estampa costumbrista que se extendió en forma de daguerrotipo: bandoleros, tabernas, flamencos… Un tópico amable que favoreció que el resto de los españoles asimilaran lo andaluz con lo majo y lo gitano y que, a finales de siglo, los hermanos Álvarez Quintero desarrollarían como nadie en su teatro.
Serafín y Joaquín, los hermanos Álvarez Quintero, nacieron en Utrera en 1871 y 1873 respectivamente, pero pronto se instalaron en Sevilla. Allí trabajaron bastante tiempo como empleados de Hacienda, pero su vena literaria les llevó a abandonarlo todo para decantarse por el teatro, la pasión de su vida.
A finales del siglo XIX se despertó en España un especial interés por el costumbrismo a través de la zarzuela, el sainete y el llamado teatro por horas. Serán los hermanos Álvarez Quintero quienes doten al género chico de un nuevo soplo, llegando a su máximo esplendor. En 1889, se asientan en Madrid, ciudad que les brindaría un impulso creativo y artístico que les convertirá, antes de cumplir los veinte años, en afamados creadores.
Escribían juntos, saludaban juntos desde las candilejas tras sus estrenos, asistían juntos a las tertulias… un dúo estrechamente ligado y compenetrado hasta tal punto que siempre fue un misterio qué parte de la obra pertenecía a cada uno de ellos.
Las comedias quinterianas llegaron a la escena española en un momento muy convulso, tras el desastre del 98, con la pérdida de nuestras últimas colonias extranjeras, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El teatro amable y risueño de los hermanos sevillanos se necesitaba como agua de mayo y los espectadores acudían en tropel a sus estrenos.
La mayoría de sus obras tienen a Andalucía como protagonista: su tierra, su acento, sus costumbres y sus tipos… una cara tópica e idealizada que daría la vuelta al mundo. Los hermanos Quintero fueron para Andalucía lo que Carlos Arniches para Madrid, creadores de un casticismo andaluz similar al madrileño.
Su teatro alcanzó un éxito constante durante cuarenta años, con más de doscientas obras. Entre ellas Las flores (1901), El genio alegre (1906), Malvaloca (1912), Puebla de las mujeres (1912), Las de Caín (1908) o Mariquilla Terremoto (1930), fueron traducidas a varios idiomas y representadas en los mejores teatros dentro y fuera de España.
Además, en los años treinta muchas fueron adaptadas al cine, creando varios guiones para las películas de la mítica Estrellita Castro. Sin embargo, el inminente estallido de la Guerra Civil acabó con esta visión alegre, amable y costumbrista de la realidad, poniendo fin a una época antológica del teatro español.
La muerte de Serafín en 1938 separó inevitablemente a los hermanos. Joaquín nunca logró sobreponerse, hasta su fallecimiento en 1944.
Los restos de ambos se encuentran en el cementerio de San Justo de Madrid, una ciudad que desde 1934 homenajea a los Álvarez Quintero a través de este precioso monumento situado en la Avenida de Colombia del Parque del Retiro. Obra de los escultores Coullaut-Valera, padre e hijo, representa una mujer andaluza, realizada en piedra, apoyada en una balconada, y tras ella, un jinete, realizado en bronce, viene a rondarla. Se trata de una alegoría de los temas más constantes en las piezas de los sevillanos: la juventud, la alegría, el amor...
Las obras de los hermanos Álvarez Quintero no sólo conocieron el triunfo entre la burguesía, sino que consiguieron llegar a la gente más sencilla, capaces de arrancar una sonrisa a quienes más sufrían… quizá por eso sea tan necesario volver a ellas en algunos momentos para darnos cuenta de que, a pesar de todo, sonreír puede ser más fácil de lo que parece.