Por y para el pueblo
mateo sagasta, un liberal convencido
¿Podéis imaginar a dos políticos españoles, ideológicamente opuestos, capaces de llegar a un acuerdo de alternancia de gobierno, con el fin de permitir a su nación superar situaciones de crisis? Sé que es mucho pedir y que hoy en día este planteamiento parece ciencia ficción… pero hace casi 135 años fue posible gracias a dos personajes emblemáticos, Cánovas del Castillo y Mateo Sagasta.
Práxedes Mateo Sagasta (Logroño, 1825-Madrid, 1903) fue una figura clave para la política española del siglo XIX. Este ingeniero de caminos había participado en la sublevación del Cuartel de San Gil de 1866, aplastada por Serrano y O’Donnell, con el fin de destronar a Isabel II. Juzgado y condenado a muerte, consiguió exiliarse a Francia y salvar su vida.
Derrocada la Reina, en 1868, Sagasta regresó a España, iniciando una trayectoria política difícilmente igualable: fundó el Partido Liberal, fue diputado en 16 Cortes y 34 legislaturas, presidente del Congreso y del Consejo de Ministros con dos dinastías distintas, las de Saboya y Borbón, asumió dos regencias... pronunció 1.695 discursos en el Congreso y 847 en el Senado... ¡no paró de hablar en toda su carrera!
Su trayectoria parlamentaria estuvo plagada de anécdotas. En una ocasión, tras un enfrentamiento callejero del liberalismo radical de Sagasta, con el moderado de O`Donnell, volvió a las Cortes, donde tenía su escaño. Al tomar la palabra, cayó a su lado un cascote de las bombas que O`Donnell lanzaba contra la Carrera de San Jerónimo. Don Práxedes cogió un pedazo de hierro aún caliente y dijo a la presidencia: “Pido que conste en acta”.
A Sagasta le debemos la Ley del Sufragio Universal Masculino, el Código Civil, el Matrimonio Civil, la Ley de Prensa y la libertad de asociación, pensamiento, reunión y expresión.
En 1897, al ser asesinado Antonio Cánovas del Castillo, Sagasta retomó el cargo del gobierno. Tras la pérdida de Cuba y Filipinas, en 1898, la responsabilidad del desastre recayó directamente sobre él, por lo que en 1899 abandonó su cargo. Aunque en 1902 volvió a gobernar, esta pesada carga le acompañaría hasta su muerte, en 1903.
Hoy podemos contemplar el mausoleo en su honor, obra de Mariano Benlliure, en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. Realizado íntegramente en mármol en el año 1904, Sagasta se representa yacente, vistiendo levita y el Toisón de Oro. En la cabecera del sepulcro está sentada la Historia, representada como una mujer semidesnuda que cierra el libro de la época que termina con su muerte. A sus pies, el pueblo queda reflejado con la figura de un hombre cuyo brazo izquierdo descansa sobre los evangelios. En su mano derecha sostiene una espada en cuya empuñadura aparece la figura de la Justicia. La rama de olivo cubriendo la hoja de la espada, representa La Paz.
Sagasta sufrió un final injusto para un hombre que vivió por y para la política... un líder que supo serlo a pie de calle, accesible y cercano, demostrando ser parte del pueblo que siempre defendió.