El caballero oscuro

Calle Puñonrostro Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Calle Puñonrostro Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

serenos, guardianes de la noche madrileña

¿Pensabas que sólo los superhéroes de comics patrullaban las calles durante la noche ayudando a los ciudadanos y protegiéndoles de los delincuentes y malhechores? Estabas equivocado… siglos antes de que en Gotham naciera Batman, en Madrid ya teníamos a nuestro caballero oscuro particular: el sereno.

La figura emblemática del sereno surgió en España durante el último cuarto del siglo XVIII y, desde su origen, estuvo muy vinculada al oficio de los faroleros.

Durante el reinado de Carlos III los encargados del alumbrado público en Madrid eran los faroleros pero, desde 1779, se implantó un cuerpo de serenos cuyas funciones iban más allá de cuidar el alumbrado, debiendo además vigilar de la noche madrileña… momento propicio para los robos y otros delitos.

El establecimiento de los serenos obedecía al intento del despotismo ilustrado por asegurar el orden público después de las turbulencias de los años sesenta del siglo XVIII, como el Motín de Esquilache. Inicialmente fueron un total de 100, repartidos por todo Madrid, y consiguieron reducir en gran medida la criminalidad de las calles de la capital.

Los requisitos para entrar a formar parte de este primer Cuerpo de Serenos consistían en tener más de veinte años, medir como mínimo cinco pies de altura, tener voz clara, buen estado físico y no haber sido procesado por embriaguez o camorrismo.

Curiosamente, muchos de estos serenos eran asturianos, al igual que los aguadores y los mozos de cuerda. Al ser un oficio que se heredaba de padres a hijos, solían recomendarse unos a otros, especialmente entre vecinos y amigos de sus localidades de origen, para ocupar las plazas que quedaban vacantes en la capital y así asegurarse un porvenir que en los pueblos no existía.

Con el tiempo, las funciones del sereno se ampliaron: además de cuidar del alumbrado y guardar las calles de ladrones y malhechores, custodiaban las llaves de los portales de las calles que patrullaban para abrir las puertas de los edificios a los inquilinos que las perdían o regresaban a altas horas de la madrugada. A partir de las diez de la noche, los porteros de muchos inmuebles los cerraban y para acceder a la finca era imprescindible la intervención del sereno.

También se encargaban de avisar a los bomberos en caso de incendio, a los servicios sanitarios en las urgencias médicas, a las comadronas en el caso de partos o a un sacerdote cuando alguien requería la extremaunción.

Sin duda, una de las funciones más curiosas del sereno era informar, pregonando por las calles, de la hora y el estado meteorológico en cada momento. Curiosamente, fue esta función la que dio origen a su nombre. El cielo solía estar, por lo común, sereno, y a fuerza de gritar siempre que todo estaba sereno, se le comenzó a denominar con ese sobrenombre, “el sereno”. ¡Las doce en punto y sereno!, por ejemplo, indicaba que era medianoche y había buena meteorología.

Los serenos vestían un gabán azul y usaban gorra de plato. Hasta que se popularizó el alumbrado público portaban un farol y llevaban las llaves de los portales colgadas del cinturón.

Solían ir armados con un chuzo, que era un palo de madera acabado en una punta de hierro, del que deriva la famosa expresión “caer chuzos de punta” que solemos emplear cuando está lloviendo con mucha intensidad.

Además, usaban un silbato de bronce para avisar a las autoridades en caso de altercado. Tan a pecho y concienzudamente se tomaban este cometido que al primer indicio de alboroto o ruido en la calle hacían sonar su silbato, llenando la noche de continuos pitidos.

Llegó un momento en el que hacían sonar el silbato por cualquier situación, tuviera o no gravedad, por lo que la policía, ante tanta alarma injustificada, optó por ignorarles. De ahí viene la expresión “tomar a uno por el pito del sereno”, que empleamos cuando al alguien no se le toma en serio.

El sereno realizaba su ronda desde que anochecía hasta las primeras luces del alba. Su presencia se requería dando unas fuertes palmadas a la vez que se gritaba la palabra “¡Sereno!”. El sereno respondía dando un sonoro golpe con su chuzo, a veces a la voz de “¡Va!”.

A pesar de su desagradecido trabajo, los serenos tenían un sueldo muy escaso, por lo que los fines de semana solían pasar por las casas para pedir la voluntad a los vecinos. En Navidad aprovechaban además para pedir el aguinaldo a cambio de una postal.

Aunque pueda sorprendernos, los serenos desaparecieron de Madrid en 1978. Tras más de dos siglos de historia, su función quedó obsoleta coincidiendo con la proliferación de los coches patrulla policiales y la instalación de los porteros automáticos en las casas.

El último sereno en Madrid, don Manuel Amago, trabajó en la Calle Doctor Gómez Ulla del barrio de Salamanca, donde la Comunidad de Madrid le homenajeó con una placa conmemorativa en su honor.

El de sereno es otro oficio extinguido a causa de la evolución de los tiempos, pero sigue siendo uno de los más recordados por nuestros mayores… así como uno de los sonidos más característicos que las calles de Madrid guardan en su memoria, el del sereno y su manojo de llaves.

P.D: Dedicado a mi amigo Jorge, por su apoyo y cariño constantes y por ayudarme a recordar la figura del sereno en las calles de nuestro barrio.

Gloria Fuertes García (Madrid, 1917-1998)

Gloria Fuertes García (Madrid, 1917-1998)

El sereno era pasto de la noche,
entendía de gritos de mujeres,
sabía si parían o gozaban
y reía o llamaba al cirujano.
El sereno era un hombre misterioso,
se afeitaba debajo de la luna
y fumaba cigarros prohibidos.
El sereno está preso,
pues le daba
por proteger a un coro de mendigos
— Gloria Fuertes


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