¡Lo que hay que ver!
La cuesta de los ciegos, un placer para la vista
Muchas veces, al cruzarnos con una persona invidente por las calles de la capital, solemos preguntarnos cómo es capaz de manejarse con soltura en una ciudad como esta. Si hoy Madrid no es ni mucho menos la ciudad accesible y adaptada que debería ser en pleno siglo XXI… imaginad cómo debieron ser algunos de sus barrios hace cinco siglos.
La Cuesta de Ciegos es una pequeña pendiente con escalinata que salva el desnivel entre la calle Segovia y la calle Beatriz Galindo, en pleno Madrid de los Austrias. En su origen, se trataba de una ladera muy pronunciada al pie del cerro de Las Vistillas, por donde corría el arroyo de las Fuentes de San Pedro. Era la zona de la antigua morería, donde se concentraban los musulmanes, en convivencia pacífica con los cristianos. Con su nombre actual aparece ya referenciada en el plano de Pedro Teixeira de 1656.
Como en otras ocasiones, desconocemos el origen de su nombre, si bien se barajan varias alternativas. La primera, se refiere a la existencia de unas chabolas habitadas por un grupo de músicos ciegos a los pies de la cuesta. La segunda, cercana a la leyenda, implica a la figura de San Francisco de Asís.
En su visita a España para realizar el camino de Santiago en 1214, el santo pasó por Madrid para fundar el cenobio que, siglos después, se convertiría en la Real Basílica de San Francisco el Grande. Un buen día, al pasar por esta cuesta se encontró con varios ciegos que pedían limosna. San Francisco de Asís les ungió los ojos con un poco del aceite y, milagrosamente, los ciegos recuperaron la vista.
Hasta principios del siglo XX esta zona era tan sólo una ladera escarpada que los niños empleaban en sus juegos a modo de tobogán, motivo por el cual también fue conocida por el nombre de “cuesta de arrastraculos”. La fuente ubicada a los pies de esta cuesta fue construida, al igual que la escalera de granito de 254 peldaños, a comienzos de la 2ª República. En ella encontramos tallado uno de los pocos escudos republicanos que se conservan en la capital.
Como podéis comprobar, Madrid está llena de secretos maravillosos que pasan desapercibidos para quien no aprovechan sus cinco sentidos. Demos gracias por poder tener una vista sana para contemplar las maravillas que esta ciudad nos ofrece… tan sólo es necesario cierto esfuerzo de observación por nuestra parte. ¿Será verdad, como suele decirse, que no hay más ciego que el que no quiere ver?