El jardín de las delicias

Jardines del Príncipe de Anglona. Madrid, 2019 ©ReviveMadrid

jardines del principe de anglona, un escondite de paz

La vorágine del día a día en Madrid hace cada vez más complicado encontrar pequeños remansos de paz en la ciudad, especialmente en barrios bulliciosos por naturaleza como el de La Latina. Sin embargo, no hay que desesperar… junto a la Plaza de la Paja es posible encontrar un rincón apartado, ideal para relajarse, desconectar un rato del tumulto y volver a escuchar nuestra respiración: los Jardines del Príncipe de Anglona.

Este conjunto ajardinado toma su nombre del contiguo Palacio del Príncipe de Anglona, construido en el siglo XVI y restaurado en 1802. Su dueño, Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, príncipe de Anglona y miembro de la Casa de Osuna, destacó como militar en la Guerra de la Independencia española, además de dirigir el Museo del Prado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Este conjunto es uno de los pocos jardines nobiliarios del siglo XVIII que se conservan en Madrid. Diseñado en 1750 por el arquitecto y paisajista Nicolás Chalmandrier, en él trabajaron los mismos arquitectos y jardineros que en ese momento estaban construyendo el Parque del Capricho.

Formalmente, destaca su estructura colgante, pues está levantado sobre un terraplén artificial que salva el desnivel de la Calle de Segovia. Esta particularidad nos permite disfrutar de unas preciosas vistas de la torre de la iglesia de San Andrés y de los tejados de gran parte de Madrid de los Austrias.

A pesar de haber sido reformado en varias ocasiones, aún conserva su estructura original de 800 metros cuadrados, con trazado neoclásico. En torno al parterre central en forma de cruz, se disponen una fuente de granito, dos pérgolas cubiertas de rosales y un cenador.

Al acceder a este jardín oculto, rodeado de tapias, casi clandestino, uno siente que el tiempo se detuvo hace siglos... un lugar único en pleno corazón de Madrid, a contracorriente del bullicio de la gran ciudad, donde podemos recordar el gran valor del silencio.