Con la música a otra parte
Isaac Albéniz, cuando la música traspasa fronteras
¿Cuántos genios incomprendidos por su arte o personalidad se han visto forzados a abandonar su patria sin conseguir ser profetas en su tierra? Y es que el rechazo inicial suele ser el precio que en muchas ocasiones, a lo largo de la historia, han pagado quienes poseían un talento adelantado a su tiempo.
Ni siquiera Isaac Albéniz, uno de los compositores españoles más universales, pudo deshacerse de esta maldición en vida, y nunca llegó a ser reconocido como merecía en su país natal. Si bien la España de finales del siglo XIX no supo apreciar lo innovador de su obra, a la postre su enorme creatividad sirvió para abrir de par en par las puertas de la música española a la Europa del momento.
Nacionalismo musical_
Si la música de la primera mitad del sigo XIX español se caracterizó por el Romanticismo, la segunda mitad estuvo marcada por el Nacionalismo, del que Isaac Albéniz se convertiría en el más destacado estandarte, en el tránsito entre los siglos XIX y XX.
A partir del “Desastre del 98”, con la pérdida de las últimas colonias españolas en el continente americano, el nacionalismo español adquirirá verdadera importancia.
Este movimiento político y social tendrá consecuencias directas en todas las artes, surgiendo dos expresiones diferenciadas: el Regeneracionismo (más objetivo) y la Generación del 98 (más subjetiva). Ambos movimientos compartían el sentimiento de dolor por la situación de decadencia que vivía España.
Implícito en la fundación de este movimiento estaba el principio de que en el folclore popular reside la esencia de la identidad de un pueblo. Por ello, y en un intento por unificar las diferentes identidades presentes en la península, se tomó la cultura popular andaluza como esencia del espíritu nacional.
La música fue elegida como el principal elemento propagandístico del Nacionalismo, ya que no presentaba ninguna barrera idiomática, convirtiéndose así en el principal medio difusor de la cultura y la identidad propias del país y sentando las bases de la musicología española moderna.
Siguiendo las premisas del Regeneracionismo, el compositor catalán Felipe Pedrell se convertirá en una figura clave en la renovación musical española, impulsando la creación de una nueva escuela lírica buscando inspiración en la música popular del Renacimiento y el Barroco español.
El objetivo de esta nueva producción musical contemporánea, basada en antiguas composiciones españolas, era hacerse notar en una Europa que hasta el momento había considerado la música nacional simplemente como algo pintoresco, sin grandes aspiraciones.
Sin embargo, los principales estereotipos de la música andaluza (malagueñas, seguidillas, fandangos...) traspasaron el mero folclore, constituyendo piezas esenciales de la legitimación de la música española y dando lugar a otras corrientes como el Alhambrismo musical, que abarcarán géneros desde la música sinfónica hasta la ópera o la zarzuela.
Célebres compositores españoles de esta época como Granados o Falla dedicaron parte de su obra a este estilo artístico. Pero sin duda sería Isaac Albéniz quien cambiaría de manera definitiva el panorama musical de la España de su tiempo.
Un niño prodigio:
Isaac Manuel Francisco Albéniz y Pascual, vivió una vida corta pero agitada, un apasionante periplo vital que comenzó el 29 de mayo de 1860 en Camprodón (Girona).
Como Mozart, el pequeño Isaac fue un auténtico niño prodigio del piano: cuando apenas tenía un año comenzó a tocar el piano de la mano de su hermana Clementina, a los cuatro años ya daba conciertos y a los nueve publicó su primera composición.
Etapa de formación:
Con esta corta edad fue enviado por su padre a París para proseguir sus estudios en el Conservatorio parisino, pero no fue admitido por ser demasiado joven.
De regreso a España siguió exhibiéndose como niño prodigio en giras por todo el país, que pronto se ampliaron a Cuba y Puerto Rico, mientras recibía clases en el Real Conservatorio de Madrid, donde ya residía su familia.
Su amor por los viajes y su actitud abierta hacia nuevas influencias llevaron pronto a Albéniz a escapar de los horizontes limitados que ofrecía la España de la época. Consciente como era de que el único modo en que podría llevar a cabo la renovación de la música española sería desde fuera del país, a los dieciséis pudo matricularse en el real Conservatorio de Bruselas gracias a una beca concedida por el rey Alfonso XII.
A su vuelta a España, continuaría formándose con el compositor Felipe Pedrell, maestro también de Enrique Granados y Manuel de Falla, quien le animaría a utilizar la música popular española como fuente de inspiración. A partir de ese momento la carrera de Albéniz comenzó a despuntar, pasando a vivir a caballo entre Londres y París, con estancias periódicas en España.
Una imaginación gloriosa_
Precoz, autodidacta, cosmopolita, viajero… pero también insatisfecho, perfeccionista y con una gran capacidad para inventarse etapas de su vida, como cuando contaba que había sido alumno de Franz Liszt o que de niño había llegado a América como polizón tras escaparse de casa y se había ganado la vida tocando el piano.
Todas estas fantasías autofabuladas formaban parte de un personaje que el mismo Albéniz creó para despertar interés sobre su obra. Una obra que incluye seis óperas, como Pepita Jiménez, San Antonio de la Florida o Merlin, más de una docena de canciones, composiciones para orquesta y música de cámara… pero marcada sin duda por su Iberia, una suite que constituye su principal legado musical.
La Suite Iberia:
Compuesta entre diciembre de 1905 y enero de 1908, en un momento en el que Albéniz había entrado en una decadencia física notable y que requería incluso de morfina para evitar el dolor a causa de una nefritis que a la postre le causaría la muerte, Iberia otorgó a Albéniz un lugar entre los nombres más destacados de la Historia de la Música.
Se trata de un conjunto de cuatro cuadernos de tres piezas cada uno, en los que queda expresado el sonido universal de lo español, tal y como Albéniz lo añoraba.
Escrita con una técnica colosal de formidable exigencia. Los cruces de notas que suponen manos cruzadas o entrelazamiento de dedo, la variedad de articulaciones y ataques técnicos o el empleo de una compleja pedalización para conseguir su complejidad tímbrica y variedad de colores convirtieron esta obra en una de las piezas más difíciles de ejecutar para los pianistas desde su composición y hasta nuestros días.
Aclamada por compositores como Messiaen, Debussy, Falla o Granados, Iberia resume el talento creador extraordinario de Isaac Albéniz, capaz de asimilar con voz propia todas sus experiencias musicales, especialmente sus viajes por España… una España perdida pero gracias a él indeleble ya en el recuerdo.
Un talento irrepetible:
El 18 de mayo de 1909 Isaac Albéniz fallecía en la localidad francesa de Cambo-les-Bains, poniendo fin a cuarenta y nueve años de vida que, sin duda, dieron para mucho… pensemos que a esa edad Richard Wagner aún no había compuesto sus grandes obras.
Días después de su muerte, un multitudinario cortejo fúnebre abarrotaría las calles de Barcelona siguiendo el féretro con los restos del compositor camino del cementerio de Montjuic, donde hoy descansan.
Por su parte, el Gobierno francés le concedía la Legión de Honor, la más elevada condecoración del país, como homenaje al genio desaparecido.
La huella de Albéniz en Madrid:
La ciudad de Madrid recuerda a quien fuera su ilustre vecino con esta placa en la Calle San Onofre 4, residencia de la familia Albéniz entre 1873 y 1882, cuando el pianista y futuro compositor apenas era un adolescente.
Durante las diferentes etapas que Albéniz pasó en la capital vivió también en el barrio de Lavapiés, en la Calle San Mateo y en la Calle Jorge Juan, entre Serrano y Claudio Coello… barrios muy distintos que le permitieron conocer en profundidad la esencia de Madrid y reflejar su amor por lo castizo en dos de sus obras: la zarzuela San Antonio de la Florida y la pieza Lavapiés, de su suite Iberia.
La relación de Albéniz con la ciudad de Madrid se extendería también además a sus descendientes, uno de los cuales, su bisnieto, llegó a ser Alcalde de la capital y presidente de la Comunidad de Madrid: Alberto Ruiz-Gallardón.
La herencia de un genio:
Como todos los genios, Isaac Albéniz vivió adelantado a su tiempo, quizá por ello es, aún hoy, uno de los talentos menos conocidos y más injustamente tratados de la música española. Sin embargo, debemos agradecerle crear música española con acento universal hasta lograr que la música universal tuviera acento español.
Conocer y difundir hoy su obra y su figura nos recuerda que España nunca debe dar la espalda a sus artistas, emisarios de nuestra cultura por el mundo y responsables de atraer a nuestras generaciones más jóvenes hacia el lenguaje universal de la música.