La reina del baile
‘La Argentinita’: encarnación de la danza
¿Conoces a Encarnación López Júlvez, La Argentinita? Esta extraordinaria artista consiguió llevar el flamenco y otras danzas españolas desde los cafés cantantes propios del Madrid del siglo XIX hasta los escenarios más prestigiosos del mundo, como el Metropolitan Opera House de Nueva York. Hoy, cuando la danza española ocupa un lugar de reconocimiento global, resulta casi inimaginable pensar en un tiempo en el que estas formas de expresión se veían relegadas al ámbito popular o a los espectáculos de variedades. Figuras como Encarnación López lograron revolucionar el panorama del baile español y dotarlo de un prestigio universal.
Y es que La Argentinita no solo fue una bailaora excepcional, sino también una visionaria que entendió que la tradición y la modernidad no eran conceptos opuestos, sino aliados naturales para crear un arte nuevo y poderoso. Con una vida marcada por la constancia, la creatividad y las tragedias personales, su legado dejó una huella imborrable en el arte y la cultura de España, trascendiendo las fronteras para llevar lo mejor de nuestra tradición a todo el mundo.
El auge de la danza en la Edad de Plata_
El desarrollo de la danza en la España de la Edad de Plata no puede entenderse sin situarla en el marco de los profundos cambios culturales y artísticos que transformaron Europa a finales del siglo XIX y principios del XX. Este periodo, cargado de tensiones y sinergias entre tradición y modernidad, marcó el auge de las vanguardias y una revalorización del folclore como esencia de identidad nacional. En España, la danza se erigió no solo como una forma de expresión artística, sino como un reflejo vibrante de aquel renacimiento cultural que elevó las artes escénicas al nivel de las grandes corrientes europeas.
Fue un tiempo en el que lo tradicional dialogó con lo nuevo, generando un panorama rico en creatividad e interconexiones interdisciplinarias. Las formas folclóricas, cargadas de simbolismo y arraigo popular, se entrelazaron con innovaciones técnicas y conceptuales, dando lugar a un lenguaje artístico único. Así, la danza no solo adaptó los códigos de las vanguardias, sino que también contribuyó a su desarrollo, consolidando una expresión que, con raíces en lo ancestral, miraba hacia el futuro. Este periodo dejó una huella indeleble, configurando un legado que aún hoy resuena en la escena artística contemporánea.
La evolución del baile español_
En la España de finales del siglo XIX y principios del XX, el mundo de la danza estaba dominado por formas tradicionales tan emblemáticas como el flamenco, la escuela bolera y las diversas danzas regionales. Estas disciplinas eran interpretadas mayoritariamente por mujeres, quienes, sin embargo, enfrentaban barreras sociales y profesionales significativas. La figura de la bailarina a menudo estaba asociada a estereotipos que mezclaban erotismo, exotismo y marginalidad, dificultando su reconocimiento como creadoras artísticas de pleno derecho.
A pesar de estos desafíos, el cambio cultural y social que trajo consigo la modernidad permitió a las mujeres en el ámbito de la danza explorar nuevas posibilidades artísticas y alcanzar una notable sofisticación que cimentó las bases para la brillantez artística que florecería en la Edad de Plata.
Este periodo estuvo profundamente influenciado por el romanticismo europeo, que encontró en lo ‘español’ una fuente de exotismo, pasión y dramatismo. En esa dualidad entre lo propio y lo proyectado, las tradiciones folclóricas se consolidaron como un pilar identitario de la cultura nacional.
Los grandes teatros de las principales ciudades, como el Teatro Real de Madrid y el Liceo de Barcelona, acogían producciones operísticas y ballet clásico, muchas veces enriquecidas por la presencia de cuerpos de baile. Paralelamente, en los cafés cantantes y los teatros de variedades, el flamenco y otros géneros populares conquistaban al público con su intensidad emocional y su autenticidad. En estos espacios, figuras como Pastora Imperio y Carmen Dauset, conocida como La Carmencita, dejaron una huella imborrable al reinterpretar las formas tradicionales con una sensibilidad artística refinada y profundamente arraigada en las tradiciones populares.
El teatro operístico y los escenarios de zarzuela no solo contribuyeron al desarrollo técnico de la danza, sino que también proyectaron una imagen de España que fascinaba al extranjero. A finales del siglo XIX, estas expresiones escénicas comenzaron a trascender fronteras, asociándose al imaginario apasionado y exótico que los viajeros románticos atribuían al país. Este rico crisol de influencias y contextos dio lugar a un legado que serviría de inspiración para los innovadores de la Edad de Plata, quienes reinterpretaron esta herencia con un lenguaje artístico propio y visionario.
Influencias de la modernidad_
El impacto de los Ballets Rusos de Serge Diaghilev en la escena dancística española marcó un hito histórico a comienzos del siglo XX. Esta compañía revolucionaria, que contaba con figuras como Igor Stravinski, Pablo Picasso y Léonide Massine, introdujo en España el concepto de la ‘obra de arte total’, en la que música, danza y escenografía se integraban en una experiencia escénica unificada. Las visitas de los Ballets Rusos, entre 1916 y 1921, despertaron un entusiasmo inusitado y dejaron una huella profunda en una generación de artistas españoles, entre ellos Manuel de Falla, Pablo Picasso y Antonia Mercé, La Argentina.
El innovador enfoque de los Ballets Rusos no fue el único catalizador del cambio. Figuras como Isadora Duncan y Loie Fuller, con su aproximación libre y expresiva al movimiento, desafiaron las rígidas estructuras clásicas y abrieron un nuevo horizonte creativo. Su visión, basada en la conexión entre emoción, naturaleza y narrativa, inspiró a los coreógrafos españoles a explorar lenguajes corporales más íntimos y auténticos.
En este contexto de transformación, las corrientes vanguardistas europeas se entrelazaron con la tradición española, dando lugar a un diálogo creativo que renovó las artes escénicas del país. Los Ballets Rusos no solo aportaron una nueva estética, sino también una visión interdisciplinaria que resonó profundamente en el panorama artístico. Este impacto, sumado a la influencia de las bailarinas extranjeras, configuró un escenario en el que la danza española empezó a reinventarse, fusionando modernidad y tradición en una síntesis única que definió la esencia de la Edad de Plata.
El folclore como fuente de inspiración_
Durante la Edad de Plata, la revalorización del folclore se erigió como uno de los pilares fundamentales en el desarrollo de la danza española. Este movimiento, alimentado por un esfuerzo consciente de documentar y preservar el rico patrimonio popular, fue impulsado por instituciones como la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) y la Residencia de Estudiantes. En estos círculos, investigadores como Eduardo Martínez Torner y Jesús Bal y Gay llevaron a cabo meticulosos trabajos de campo, recopilando tradiciones músico-coreográficas que sirvieron como una valiosa base para la creación artística.
En este contexto, surgieron proyectos que lograron una síntesis brillante entre las formas tradicionales y un enfoque contemporáneo. Un ejemplo paradigmático de esta unión es El amor brujo de Manuel de Falla, estrenado en 1915 con Pastora Imperio como protagonista. Esta obra, que fusiona la esencia del flamenco con una música moderna profundamente evocadora, marcó un hito al demostrar cómo las raíces populares podían dialogar con las vanguardias artísticas.
Esta tendencia no se limitó a Falla; otros creadores encontraron en el folclore una fuente inagotable de inspiración para desarrollar un lenguaje dancístico único y universal. Al integrar elementos tradicionales con una visión renovadora, la danza española no solo celebró sus raíces, sino que también se proyectó hacia el futuro, consolidando su identidad artística en el ámbito internacional.
La profesionalización de la danza_
La creación de academias y compañías profesionales fue clave para el desarrollo de la danza durante la Edad de Plata. Entre las instituciones más destacadas se encontraba la Escuela Coreográfica del Círculo de Bellas Artes, un hito en la historia de Madrid, dirigida por Gerardo Atienza y María Brusilovskaya, que se convirtió en un centro neurálgico de formación y experimentación. Al mismo tiempo, iniciativas como las Misiones Pedagógicas llevaron la danza a comunidades rurales, democratizando su acceso y fomentando un diálogo enriquecedor entre lo popular y lo académico. También el teatro universitario La Barraca, impulsado por Federico García Lorca, contribuyó a acercar la danza y otras artes escénicas a un público más amplio.
La llegada de la Segunda República en 1931 marcó un punto de inflexión en el apoyo institucional a las artes escénicas. El nuevo régimen reconoció el potencial de la cultura como herramienta de cohesión social y proyección internacional, otorgando respaldo oficial a figuras emblemáticas como Antonia Mercé, ‘La Argentina’, y Encarnación López, La Argentinita. Este reconocimiento no solo puso en valor su legado artístico, sino que también destacó la importancia de una danza que supo combinar tradición y modernidad.
Este periodo de auge institucional y profesionalización consolidó la danza española como un arte con identidad propia, capaz de dialogar tanto con sus raíces populares como con las corrientes artísticas más innovadoras del panorama internacional.
‘La Argentina’: precursora de la renovación_
Antonia Mercé y Luque, conocida artísticamente como ‘La Argentina’, fue una visionaria que revolucionó la danza española al combinar la herencia clásica con las tradiciones populares. Su sólida formación en danza clásica y su profundo conocimiento de las raíces folclóricas le permitieron reimaginar estas formas en los grandes escenarios internacionales, otorgándoles una sofisticación inédita. Con su compañía, los Ballets Espagnols, Mercé trazó un camino innovador al fusionar la tradición española con elementos de modernidad y vanguardia, posicionándose como una embajadora cultural de su tiempo.
La contribución de 'La Argentinita' al baile español_
Encarnación López Júlvez, La Argentinita, llevó este legado un paso más allá, personificando la cúspide del esplendor artístico de la Edad de Plata, transformando la danza española y marcando un antes y un después en su historia.
Esta mujer adelantada a su tiempo no solo fue bailaora, bailarina, cantante y coreógrafa, sino también una creadora con una visión que trascendió las fronteras de su país y consolidó la danza española como un arte respetado en los escenarios internacionales. Su enfoque interdisciplinar redefinió el papel de la bailarina, convirtiéndola en una creadora integral capaz de entrelazar danza, música y literatura. Su vida y obra son un ejemplo de cómo la danza puede trascender el tiempo, conectando pasado y presente en un movimiento continuo hacia la eternidad.
Los primeros pasos de una estrella_
Encarnación nació el 3 de marzo de 1898 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia española. Sus padres, castellano y aragonesa, habían emigrado en busca de mejores oportunidades durante los años de crisis económica en España. Sin embargo, apenas cuatro años después, los López Júlvez regresaron a España y se asentaron en San Sebastián.
Fue en esa ciudad donde Encarnación comenzó a dar sus primeros pasos como bailaora. Con tan solo cuatro años, ya demostraba un talento innato que la llevó a debutar en el Teatro-Circo de San Sebastián a la edad de ocho años. Desde entonces, su camino artístico fue imparable.
El éxito temprano de Encarnación llevó a su familia a trasladarse a Madrid, el epicentro cultural de la época. Allí, su talento no tardó en captar la atención de los grandes salones de variedades, como el de Atocha y el Teatro Romea. Su contratación en el Teatro Maravillas marcó un hito en su carrera: no solo se convirtió en una de las artistas mejor pagadas de su tiempo, sino que también comenzó a consolidar su reputación como una figura clave del panorama artístico español.
Con la fundación de su propia compañía, Encarnación llevó el baile español a nuevos niveles de sofisticación. En teatros como La Latina y la Comedia, presentó espectáculos que integraban danza, música y una teatralidad innovadora, anticipando lo que sería su gran contribución a la Edad de Plata de la cultura española.
La influencia de la Generación del 27 y lorca_
Uno de los aspectos más fascinantes de La Argentinita fue su relación con los intelectuales y artistas de la Generación del 27, el grupo literario que revolucionó la cultura española en la primera mitad del siglo XX. Encarnación compartió una amistad profunda y creativa con Federico García Lorca, quien reconoció en ella una artista capaz de dar vida a sus composiciones musicales.
En 1931, grabaron juntos el disco Canciones populares españolas, una obra maestra que recopilaba piezas tradicionales reinterpretadas con un enfoque moderno y vibrante. Ella al cante y Lorca al piano, grabaron cinco discos gramofónicos que recogían para la posteridad piezas como El Café de Chinitas, Los cuatro muleros o Anda Jaleo. Este proyecto no solo destacó por la calidad de sus interpretaciones, sino también por la capacidad de ambos artistas para revitalizar el folclore español, haciéndolo relevante para las nuevas generaciones.
En 1933, con la colaboración de Edgar Neville, Lorca e Ignacio Sánchez Mejías, La Argentinita fundó su Compañía de Bailes Españoles, marcando un hito en la profesionalización de la danza en España. Este ambicioso proyecto reunió a artistas de múltiples disciplinas, desde músicos como Ernesto Halffter hasta pintores como Salvador Bartolozzi, y llevó el arte español a escenarios internacionales, donde fue recibido con entusiasmo y admiración.
Amores trágicos_
La vida personal de Encarnación estuvo marcada por el amor y la tragedia. Su relación con dos de los toreros más importantes de la época, José Gómez Ortega ‘Joselito’ e Ignacio Sánchez Mejías, definió gran parte de su vida emocional. La muerte de ambos en la plaza de toros fue un golpe devastador para La Argentinita, quien encontró en su arte una forma de sobrellevar el dolor.
Tras la pérdida de Sánchez Mejías en 1934, Encarnación emprendió una gira por América que la llevó a triunfar en Nueva York. Allí encontró un público fascinado por su estilo único, que combinaba la pasión del flamenco con una técnica impecable y una visión artística moderna.
El exilio y su legado en América_
El estallido de la Guerra Civil Española en 1936 marcó un punto de inflexión en la vida de Encarnación. Consciente del peligro que corría su vida y profundamente afectada por el fusilamiento de Lorca, decidió abandonar España y establecerse en Nueva York. En la ciudad que nunca duerme, La Argentinita encontró una segunda patria, donde continuó llevando el arte español a lo más alto.
En 1943 presentó en el Metropolitan Opera House El Café de Chinitas, un espectáculo que sintetizaba su genio creativo. Con textos de Lorca, decorados de Salvador Dalí y una coreografía propia, esta obra se convirtió en un éxito rotundo y consolidó a Encarnación como una embajadora del arte español en el extranjero.
Un legado imborrable_
A pesar de sus triunfos en América, la vida de Encarnación terminó prematuramente. En 1945, un tumor que había decidido no operar para no interrumpir sus actuaciones terminó con su vida. Murió en Nueva York, dejando un vacío irreparable en el mundo de la danza.
Sus restos fueron repatriados a España y enterrados en el Cementerio de San Isidro de Madrid, bajo una tumba custodiada por dos ángeles de piedra, símbolo de la espiritualidad y la belleza que siempre caracterizaron su arte.
Hoy, La Argentinita es recordada como una figura central de la Edad de Plata española y como una artista que supo dialogar con la modernidad sin renunciar a sus raíces. Su capacidad para fusionar tradición y vanguardia, así como su influencia en generaciones posteriores, la han convertido en un referente imprescindible para entender la evolución de la danza española.
Aunque su vida estuvo marcada por la tragedia, Encarnación López Júlvez dejó un legado que trasciende el tiempo. En Nueva York, una placa en el teatro donde triunfó recuerda su memoria, un homenaje a una mujer que llevó el baile español a lo más alto y demostró que el arte es capaz de vencer cualquier barrera.
El legado de La Argentinita es hoy la mejor muestra de cómo la tradición y la modernidad pueden dialogar para crear un arte profundamente enraizado en lo local, pero universal en su alcance.
“¡Que no quiero verla! / Dile a la luna que venga, / que no quiero ver la sangre / de Ignacio sobre la arena”