La diva discreta
Teresa Berganza: musa castiza del bel canto
¿Quién no ha experimentado, en algún momento, el poder arrollador de la música? Más que un simple arte, es una manifestación pura de la emoción, capaz de hacernos reír, llorar o estremecernos hasta la médula como pocas otras expresiones en el mundo. La música se graba en nuestra memoria de múltiples formas, pero quizá la huella más profunda la dejan aquellas melodías que llegan a través de la voz humana, especialmente la voz femenina.
En este contexto, España ha desempeñado un papel fundamental en la historia de la ópera durante los últimos dos siglos, enriqueciendo el panorama lírico internacional con algunas de las voces femeninas más extraordinarias que hayan existido. Grandes intérpretes que, como Teresa Berganza, no solo elevaron el ‘bel canto’ a la categoría de fenómeno cultural universal, sino que también contribuyeron a rescatar del olvido numerosas obras maestras que hoy siguen resonando en los teatros más prestigiosos del mundo.
El Bel Canto y el Auge de la Voz Femenina en la Ópera_
El ‘bel canto’ nació, floreció y se consolidó en Italia durante los siglos XVI y XVII, erigiéndose como una de las corrientes más célebres y refinadas de la historia operística.
Desde sus inicios, esta escuela estuvo íntimamente ligada a la voz de los castrati, niños italianos sometidos a una drástica intervención para preservar su registro agudo y encaminados, desde edades tempranas, a una carrera musical. La extraordinaria capacidad pulmonar, la agilidad vocal y el virtuosismo técnico de estos cantantes generaban un contraste fascinante: la dulzura infantil se combinaba con la potencia y el vigor de un adulto, dando lugar a un timbre inimitable.
A lo largo del siglo XVIII, los castrati dominaron el arte del canto, con Carlo Broschi, más conocido como Farinelli, como su máxima estrella. Su destreza y magnetismo escénico consolidaron la figura del castrato como el epítome del ‘bel canto’.
No obstante, con el declive de esta tradición, se fue forjando el mito de una técnica vocal inalcanzable, un estilo de interpretación de tal perfección que rara vez ha sido igualado en épocas posteriores. A medida que los castrati desaparecían del panorama musical en el siglo XIX, las mujeres asumieron de manera natural muchos de los roles que estos habían interpretado, enriqueciendo con su timbre y expresividad un repertorio que, hasta entonces, había sido dominio exclusivo de voces irrepetibles.
El ‘bel canto’ en Italia_
En Italia, el ‘bel canto’ evolucionó hasta convertirse en una verdadera escuela vocal que alcanzó su apogeo con las obras de Mozart y con las composiciones de grandes maestros italianos como Donizetti, Bellini y las primeras óperas de Verdi.
Sin embargo, fue Gioachino Rossini quien se erigió como el máximo exponente de la ópera italiana dentro de la estética del ‘bel canto’, elevando el virtuosismo vocal a un nivel sin precedentes. Sus composiciones, de una exigencia técnica descomunal, desafiaban a los cantantes con pasajes de extrema dificultad, requiriendo no solo una impecable preparación vocal, sino también un extraordinario dominio físico y escénico.
Tal era la complejidad de su obra que, desde finales del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX, sus óperas fueron consideradas prácticamente imposibles de interpretar. Solo unas pocas voces privilegiadas lograron estar a la altura de semejante desafío, entre ellas la legendaria soprano madrileña Adelina Patti, la primera gran diva operística del siglo XIX y, en su tiempo, la cantante mejor pagada de la historia.
Con el transcurso de los años, el ‘bel canto’ fue perdiendo protagonismo. La evolución del gusto operístico llevó a los compositores a privilegiar una expresión más declamatoria que virtuosística, favoreciendo un estilo en el que la voz se acercaba más al discurso hablado que al canto ornamentado.
María Callas y la Resurrección del Bel Canto_
Sin embargo, el destino del ‘bel canto’ dio un giro inesperado en la década de 1950 con la llegada de María Callas, quien, bajo la tutela de la excepcional soprano turolense Elvira de Hidalgo, emprendió la tarea de rescatar este estilo casi olvidado.
Dueña de un talento vocal inigualable y de una capacidad interpretativa sin precedentes, Callas impulsó la resurrección del ‘bel canto’ eligiendo para su repertorio títulos que, en aquella época, apenas se representaban. Su magistral enfoque otorgó nueva vida a protagonistas que hasta entonces habían sido vistas como figuras poco creíbles o incluso anacrónicas. Roles como Norma (de Vincenzo Bellini), Lucia di Lammermoor (de Gaetano Donizetti) o Rosina en El barbero de Sevilla (de Gioachino Rossini) fueron redescubiertos en toda su grandeza vocal y estilística gracias a su arte.
El camino trazado por María Callas fue seguido por toda una generación de grandes intérpretes, entre ellas una madrileña de espíritu castizo que acabaría consolidándose como una de las voces femeninas más importantes del siglo XX.
Teresa Berganza: La Mezzosoprano que Conquistó el Mundo_
Teresa Berganza Vargas vino al mundo el 16 de marzo de 1933 en una modesta casa de la calle San Isidro Labrador, en Madrid.
Los primeros años de su vida estuvieron marcados por las secuelas de la Guerra Civil, que dejó profundas heridas en la capital. Al finalizar la contienda, su padre fue encarcelado por haber apoyado a la República, lo que sumió a la familia en una posguerra difícil y llena de privaciones.
A pesar de las adversidades, Teresa creció rodeada de una sensibilidad especial hacia la música. Pronto descubrió no solo una gran pasión, sino también un don extraordinario: su voz. Movida por una vocación espiritual, a los quince años tomó una decisión sorprendente para su familia: escapó de casa e ingresó en un convento de Alcalá de Henares con la intención de convertirse en monja.
Durante varias semanas, se entregó a la vida de clausura y a la interpretación de música sacra, encontrando en el canto un refugio para su espíritu. Sin embargo, su destino estaba llamado a seguir otro camino. Su padre, consciente del potencial de su hija, la visitó en el convento con una propuesta inesperada: abandonar los hábitos y dedicarse por completo a la música, pero en un escenario muy distinto.
Así, Teresa ingresó en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde recibió una formación integral. Estudió piano, armonía, música de cámara, composición, órgano y violonchelo antes de especializarse en canto, el arte que definiría su legado.
Para costear sus estudios, no dudó en poner su talento al servicio del espectáculo, participando en las compañías de Juanito Valderrama y Juanita Reina, e incluso incursionando en el cine junto a Carmen Sevilla. Tras años de esfuerzo incansable, en 1954 obtuvo el codiciado premio de final de carrera, demostrando que aquella joven luchadora se había transformado en una artista perfeccionista y disciplinada.
Formación y debut internacional_
Tras culminar su formación en canto, Berganza debutó en 1955 en el Ateneo de Madrid. Sin embargo, como ha ocurrido tantas veces con los grandes talentos españoles, la verdadera consagración no llegaría en su tierra natal. Con apenas veinte años, tuvo que buscar en el extranjero las oportunidades que España le negaba.
El reconocimiento internacional no tardó en llegar. Apenas dos años después, en 1957, deslumbró al mundo con su interpretación de Dorabella en Così fan tutte de Mozart, durante el prestigioso Festival de Aix-en-Provence. Su actuación fue recibida con un entusiasmo arrollador y la crítica no tardó en proclamarla "la mezzosoprano del siglo". Aquel momento marcó el inicio de una carrera meteórica que la llevaría a convertirse en una de las grandes figuras de la ópera a nivel mundial.
Berganza y Callas_
En los primeros años de su carrera, Teresa Berganza tuvo el privilegio de compartir escenario con la legendaria María Callas en la Ópera de Dallas, donde ambas participaron en la representación de Medea de Cherubini. Desde entonces, su talento la llevó a trabajar bajo la batuta de algunos de los más grandes directores de orquesta de su tiempo, como Ataúlfo Argenta, Daniel Barenboim, Otto Klemperer, George Solti y Herbert von Karajan.
Con este último vivió un episodio que dejó huella. Durante los ensayos de Las bodas de Fígaro en la Ópera de Viena, en 1959, ambos tuvieron un fuerte desacuerdo. Lejos de intimidarse ante el prestigioso director, Berganza respondió con la franqueza que la caracterizaba:
“Me dijo que mi voz no funcionaba y le contesté, muy educadamente, que el que no funcionaba era él”.
Teresa Berganza
Reconocida en todo el mundo_
Los años siguientes consolidaron su estatus como una de las mezzosopranos más aclamadas de su generación. Su carrera avanzó con una sucesión de triunfos y debuts en los escenarios más prestigiosos del mundo. Brilló en el Metropolitan Opera de Nueva York con Las bodas de Fígaro, en la Scala de Milán y el Covent Garden de Londres con El barbero de Sevilla, y en la Ópera de Viena y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona con La Cenerentola.
Su frescura tímbrica, la riqueza de matices en su color vocal, su impecable técnica y su dicción cristalina, combinadas con una deslumbrante capacidad expresiva, la convirtieron en una intérprete ideal para los repertorios de Mozart y Rossini. De hecho, era frecuente decir que, de haberla conocido en su tiempo, ambos compositores se habrían disputado su voz para el estreno de sus obras.
Carmen: Una Interpretación Castiza y Revolucionaria_
En 1977, Teresa Berganza asumió por primera vez uno de los papeles más emblemáticos de su carrera: Carmen, de Georges Bizet. Hasta entonces, la icónica cigarrera sevillana había sido representada con una marcada esencia francesa. Sin embargo, la mezzosoprano madrileña rompió con esa tradición e imprimió al personaje un carácter nuevo, más auténtico y arraigado en la cultura española. Incorporó gestos y expresiones propias del mundo de la tauromaquia y la comunidad gitana, dotando a Carmen de una identidad más castiza y realista.
Su interpretación marcó un antes y un después. Con un profundo estudio psicológico del personaje, Berganza mostró una Carmen de claroscuros, alejada de los excesos dramáticos habituales. Su protagonista no era solo una mujer apasionada y trágica, sino también una figura de gran fortaleza, espontaneidad y desparpajo, con la frescura y determinación de las cigarreras españolas del siglo XIX.
Como ellas, Teresa Berganza derrochaba simpatía y carisma, pero también tenía un carácter fuerte e indomable. Su temperamento la llevó, en más de una ocasión, a cancelar actuaciones de forma inesperada, lo que le valió el apodo de “Madame Annulation”.
Teresa Berganza y la Zarzuela: Un Legado Inigualable_
Teresa Berganza irrumpió en la escena vocal española como una ráfaga de aire fresco, revitalizando el panorama musical con su inconfundible estilo. Su regreso al Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1989, tras catorce años de ausencia, fue un acontecimiento histórico que cosechó un éxito arrollador y sin precedentes.
Siempre orgullosa de su raíz castiza, Berganza desempeñó un papel fundamental en la revalorización de la zarzuela en España y en la difusión de la canción española por todo el mundo. A partir de entonces, centró gran parte de su carrera en el repertorio nacional, dando vida a las composiciones de maestros como Toldrá, Granados, Turina, Falla y Antón García Abril. Con su voz y sensibilidad, supo elevar la música española a la categoría de arte universal.
Premios y Reconocimientos: El Honor en España y el Mundo_
Aunque el reconocimiento en su tierra tardó en llegar, desde la década de 1990 los homenajes y premios comenzaron a multiplicarse. En 1991, recibió el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de las Artes junto a otras grandes voces de la lírica española: Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Victoria de los Ángeles, Pilar Lorengar y José Carreras. Un galardón que celebraba a una generación irrepetible de artistas que conquistó los escenarios más importantes del mundo.
Tres años después, en 1994, hizo historia al convertirse en la primera mujer elegida miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde su fundación en 1752, un hito que confirmaba su legado en el ámbito musical. En 1996, fue distinguida con el Premio Nacional de Música, consolidando su estatus como una de las figuras más ilustres de la música española.
Tras una brillante trayectoria de 53 años, en la que su voz resonó en los teatros más prestigiosos y dejó una huella imborrable en más de 200 grabaciones, en 2008 Teresa Berganza tomó una decisión tan inesperada como definitiva: se retiró de los escenarios y dejó de cantar.
Lejos de apartarse por completo de la música, encontró una nueva pasión en la enseñanza. Se incorporó a la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde asumió la cátedra de canto que anteriormente había pertenecido a Alfredo Kraus. Esta etapa fue una de las más gratificantes de su vida, dedicada a escuchar, guiar e inspirar a las nuevas generaciones de cantantes. Con la misma pasión que caracterizó su carrera, se entregó a la formación de jóvenes talentos, advirtiéndoles sobre los riesgos de asumir papeles para los que la voz aún no estaba preparada, una práctica frecuente en la industria discográfica.
Un Adiós que Resuena en la Eternidad_
El 13 de mayo de 2022, la voz de Teresa Berganza se apagó para siempre, dejando un vacío imposible de llenar en el mundo de la lírica. Su partida marcó el adiós a una de las artistas más brillantes y queridas de su tiempo, pero su esencia sigue viva en cada melodía que interpretó, en cada grabación que inmortalizó su arte y en cada cantante que halló inspiración en su legado, parte esencial de la historia de la música española.
Desde entonces, personajes como Zerlina, Dorabella, Dulcinea, Dido, Charlotte, Rosina, Cherubino y, sobre todo, Carmen, han quedado mudas y afligidas, privadas de la voz que les dio alma y sentimiento. Teresa Berganza no solo cantó estos roles: los comprendió, los defendió y los reinventó con una profundidad sin precedentes. Cada una de sus interpretaciones fue un acto de amor hacia la música, una entrega absoluta que trascendía la técnica para alcanzar la emoción más pura.
Pero su arte no se ha desvanecido con su ausencia. Sigue vibrando en los corazones de quienes alguna vez la escucharon, en los escenarios que aún resuenan con su eco y en las generaciones de jóvenes cantantes que, gracias a su enseñanza, llevan su huella en cada nota. Su legado no es solo una colección de grabaciones o una lista de ovaciones en los teatros más importantes del mundo; es la inspiración perpetua de quienes creen en la música como un lenguaje del alma.
Teresa Berganza fue, es y será eterna. Porque las grandes voces no desaparecen: se transforman en historia, en memoria y en emoción. Mientras exista alguien dispuesto a sentir la música con la misma pasión con la que ella la vivió, su voz seguirá cantando, suspendida en el tiempo, inmortal.
“He tenido una vida llenísima, no solo de éxito, también de la felicidad de poder cantar”