Mezclado, no agitado
Pedro chicote, el glamour de una época
Imagina… Año 1959. Madrugada en Madrid. Paseas por plena Gran Vía cuando se abre la puerta de un local cercano, dejando salir el humo y la música del interior. De pronto, una hermosa mujer, descalza y mostrando síntomas de embriaguez, se coloca sus hermosos zapatos de tacón mientras enciende un cigarrillo. La miras… te mira… y te pregunta: “¿What are you looking at, babe?” ¡Se trata de la actriz Ava Gardner acompañada del cantante Frank Sinatra! Acaban de salir del Museo Chicote y te piden que entres con ellos a continuar la fiesta… ¿qué les dices? Aunque improbable, no habría sido imposible que en el Madrid de los años 50 y 60 hubieras vivido esta situación gracias a Pedro Chicote.
La vida de Pedro Chicote Serrano (Madrid, 1899- 1977) es una historia de superación. Nacido en la Calle Limón, en el seno de una familia humilde, la temprana muerte de su padre le obligó a trabajar desde niño para poder mantener a su madre y a su hermano. Con tan solo ocho años trabajaba como mozo de bar en el mercado de los Mostenses. Posteriormente pasó trabajar en la cervecería de la fábrica de cervezas Mahou, de la Calle Amaniel y, ya con 11 años, como repartidor de telegramas.
Con 16 años consiguió un empleo como aprendiz de barman en el Hotel Ritz, donde aprendió a tratar con las más altas personalidades de las finanzas y la aristocracia. Era el Madrid de la Belle Époque, capital europea neutral durante la Primera Guerra Mundial, lugar de encuentro de espías de los servicios secretos beligerantes y escenario de fiestas fabulosas.
Chicote alternaba trabajo y estudios y, durante sus vacaciones, trabajaba como ayudante de barman en los casinos de San Sebastián y Biarritz. Su carrera progresaba de forma meteórica pero, al declararse la Guerra del Rif, se vio obligado a dejar el lujoso ambiente de Madrid para luchar en primera línea del frente de Marruecos, donde pasó dos años.
Al volver a Madrid fue contratado por el hotel Savoy y, posteriormente, por el bar Pidoux de la Gran Vía, que respondía a la nueva moda de los american-bar que comenzaban a sustituir a los tradicionales cafés.
Finalmente, en 1931 consiguió inaugurar, en el número 12 de la Gran Vía, su propio establecimiento, el Bar Chicote. Diseñado por el arquitecto Luis Gutierrez Soto. Con decoración art déco y un concepto muy americano, pronto se puso de moda en Madrid y sólo la Guerra Civil consiguió frenar su actividad.
Al finalizar la contienda, comenzó su época dorada. Las buenas relaciones de Pedro Chicote le permitieron tener licencia de importación, algo insólito en la época, un hecho que aprovechó para hacerse con los vinos y los licores más sofisticados. Con tarifas muy elevadas para la dura posguerra española, el Chicote se convirtió en lugar de encuentro de una clientela distinguida y exclusiva.
Cobijo de nuevos ricos y de las secuelas de una la posguerra: el estraperlo y la prostitución de altura, protagonizada por las llamadas “chicas Chicote”. Se dice que por el Chicote pasaron los primeros frascos de penicilina y las primeras medias de nylon que se vendieron en España.
En los años cincuenta, convertido en símbolo de modernidad, frecuentaron el Chicote personalidades internacionales como Orson Welles, Ernest Hemingway, Frank Sinatra, Grace Kelly, Ava Gardner, Rita Hayworth, Audrey Hepburn, Charlton Heston, Charles Chaplin o el científico Sir Alexander Fleming.
La época dorada del Chicote terminó a finales de los 60 y comenzó su declive, hasta la muerte de su dueño en 1977. Desaparecía así un pedazo de la historia de un Madrid lleno de glamour, la nota de color de una dura posguerra que muchos no vivimos, pero que imaginamos a través de las imágenes del NODO y de la letra de uno de los chotis más famosos de la historia…