A pie de obra
Antonio Palacios, construyendo la modernidad
¿Podrías imaginar Nueva York sin el Empire State, Roma sin el Coliseo o Barcelona sin la Sagrada Familia? Y es que la buena arquitectura puede marcar el paisaje urbano de una ciudad y convertirse en su seña de identidad.
Igualmente, sería muy difícil de concebir un Madrid sin su Palacio de Comunicaciones, su Círculo de Bellas Artes o sin sus bocas de Metro, todas ellas son obra de Antonio Palacios… un arquitecto cuyo legado vinculó para siempre su nombre al de la capital.
Madrid extiende sus límites_
La ciudad de Madrid, tal y como la conocemos hoy, es el resultado de un proceso largo y complejo de planes y desarrollos urbanísticos.
Hasta el siglo XIX, la capital se componía únicamente de lo que hoy es el distrito Centro, pero el crecimiento de la urbe fue inevitable. En 1860 se aprobó un anteproyecto de ensanche de la capital, el de Carlos María de Castro, que suponía ampliar los límites de la ciudad ante el aumento demográfico que se estaba produciendo.
La población madrileña se duplicó durante el primer tercio del siglo XX: de los 540.000 habitantes de 1900 al millón de residentes en los años 30. Este crecimiento se unió a un dinamismo que, aprovechando la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, motivó un proceso de modernización económica y social de la capital que se concentró en el tramo formado por Puerta del Sol-Neptuno-Cibeles-Callao.
arquitecto de cuna_
La antigua villa barroca de Madrid se estaba transformando en una metrópoli moderna, en la que Antonio Palacios Ramilo dejaría una huella imborrable.
Nacido en la localidad pontevedresa de O Porriño en 1874, la infancia del futuro arquitecto transcurrió rodeada de “juguetes” como planos, herramientas de construcción, diseños, hierro y granito, debido a los trabajos que su padre, ayudante de obras públicas, realizaba en el ferrocarril.
Por si fuera poco, la familia de su madre poseía canteras de granito por lo que de niño Palacios pudo familiarizarse con la estereotomía de la piedra, es decir, cómo trabajar los diferentes tipos de roca según sus condiciones, su fragmentación o alteración, cuánto peso sostienen y cómo pueden combinarse. Ambas experiencias marcarían de niño su forma de entender la construcción y su deseo de convertirse en arquitecto.
estudios en madrid_
Este anhelo comenzaría a cobrar forma en 1892, cuando Palacios se trasladaba a Madrid para estudiar primero Ingeniería, paso obligado en aquella época para cualquier carrera técnica, y después Arquitectura, en la Universidad Politécnica.
Fueron ocho años de estudios que aportaron a Palacios no sólo una magnífica formación con maestros tan prestigiosos como Ricardo Velázquez Bosco y Eduardo Rosales, sino también la oportunidad de conocer a quien se convertiría en su socio durante décadas: el ingeniero Joaquín Otamendi.
Palacios y otamendi_
Al poco de acabar la carrera, ambos unieron su trabajo y apenas sin bagaje ni experiencia, presentaron sendos proyectos para construir nada más y nada menos que el Casino de Madrid y el Palacio de Comunicaciones.
Para sorpresa de todos, su proyecto de Casino quedó finalista y con el del Palacio de Comunicaciones se impusieron a un elenco de maestros constructores. Esta obra proporcionaría a la pareja de socios tal fama que en los siguientes veinte años se les adjudicarían la mayoría de los proyectos importantes de la capital.
Además del Palacio de Comunicaciones, junto a Otamendi Palacios desarrollaría muchas de las obras más importantes de su vida como arquitecto y algunas de las más representativas de la capital, como el Palacio de las Cariátides (actual Instituto Cervantes) o el Hospital de Jornaleros de Maudes.
En todos sus proyectos Palacios plasmaría no solo su destreza como dibujante y su conocimiento de la piedra sino, ante todo, su capacidad para pensar tanto en la gran escala de la ciudad como en el diseño del edificio y su repertorio ornamental.
Las obras en solitario_
El exitoso tándem Palacios-Otamendi llegaría a su fin cuando este último aceptó el puesto de arquitecto conservador en la Dirección General de Correos y Telégrafos, responsable de realizar construcciones para esta entidad por todo el territorio nacional.
Mientras tanto, Antonio Palacios continuaría en solitario su incansable actividad. Su trabajo en el centro de Madrid no tiene comparación con la labor de ningún otro arquitecto en la historia de la capital: diseñó entre la Gran Vía, la calle de Alcalá y la Puerta del Sol, más de 30 emblemáticos edificios, como la Casa Matesanz (en Gran Vía, 27) o la Casa Palazuelo (Calle Mayor 4).
Proyectos no realizados_
Su notoria influencia en el centro de la capital pudo ser incluso mayor si varias de sus propuestas hubieran cristalizado, proyectos que habrían redefinido espacios hoy esenciales para los madrileños.
Entre los proyectos planteados destaca una reforma integral de la Puerta del Sol, en la que Palacios trabajó durante veinte años y que no solo afectaba a la plaza, sino también a su entorno.
El arquitecto y diseñador gallego proponía una demolición masiva de inmuebles para levantar edificios clásicos, adoptando la icónica plaza forma elíptica cerrada por arcos de triunfo.
El elevado precio de construcción del proyecto (unos 220 millones de pesetas dela época), hizo inviable la idea con la que Palacios aspiraba a crear un centro urbano monumental, a la altura de París o Viena.
diseñador integral_
Su capacidad como artista integral llevó a Palacios a concebir, desde su estudio, en este edificio de la Calle de Cedaceros número 6, otro de los iconos más representativos de la capital: la imagen del Metro de Madrid.
Este ambicioso proyecto no se limitaba a la proyección de las estaciones y bocas de acceso al suburbano, sino que el creador gallego también se atrevió a diseñar el logotipo de la institución, en forma de rombo. Una imagen que a día de hoy, 101 después de su creación, se ha convertido en uno de los iconos de Madrid.
obra cumbre y declive_
En 1926 Antonio Palacios recibía el encargo cumbre de su producción: el Círculo de Bellas Artes. El proyecto del edificio más moderno y transgresor de su época en nuestro país catapultaría al gallego como el mejor arquitecto español de su tiempo.
Desafortunadamente, ese año no sólo marcaría el punto álgido en la carrera del constructor sino también su rápido declive. Si hasta aquel momento le llovían las ofertas, en los siguientes veinte años apenas trabajaría en Madrid.
Las nuevas corrientes arquitectónicas emergentes en España hicieron que Palacios comenzara a ser considerado un arquitecto anticuado, incapaz de adaptarse a los nuevos estilos y técnicas constructivas, lo que propició que nuevas generaciones de arquitectos obtuvieran todas las concesiones y proyectos en la capital.
Sus últimos proyectos_
Tan solo dos proyectos destacan en su producción final: el Banco Mercantil e Industrial, ubicado en la Calle de Alcalá 31, y su propia vivienda en El Plantío. Allí recibía a las visitas los últimos años de su vida y pasaba las horas en su despacho entre mapas, proyectos y planos… como aquellos juguetes que marcaron su infancia.
En su casa fallecía Antonio Palacios el 27 de octubre de 1945, a los setenta y un años de edad, tras toda una vida dedicada a la Arquitectura y a Madrid.
Muy pocos creadores han marcado tanto la imagen moderna de una ciudad como Antonio Palacios en Madrid, tan sólo arquitectos como Juan de Villanueva o Ventura Rodríguez en sus épocas. Podría decirse que Palacios es a Madrid lo que Antoni Gaudí a Barcelona y, sin embargo, pese a su obra e influencia, el gallego no cuenta con un reconocimiento en la capital acorde a su huella… una calle, una plaza, una estación de Metro o un monumento que descubran a las nuevas generaciones la figura del arquitecto que moldeó el Madrid moderno.